POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Este año tan distinto según dicen las estadísticas y los medidores meteorológicos, en algunos campos batiendo récords desde el inicio de las mediciones, nos ha regalado un otoño tan agradable que no se conocía otro igual desde hace muchísimos años. Un otoño tan húmedo que ha sido la gran temporada de setas y “nícalos” como nosotros popularmente llamamos a los níscalos mízcalos o nízcalos.
Pero ahora es más elegante llamar a alguno de los hongos comestibles “boletus”, está de moda. Yo este año, por diversas causas, no he podido pasear el pinar y recoger “nícalos”, que es lo que conozco y me gusta. Me gusta tener una buena disculpa para pasear por nuestros pinares, con esos aromas otoñales a tantas plantas, me gusta buscarlos y cogerlos, que una cosa es ir a buscar nícalos o a encontrarlos… también me gusta con mucho cuidado limpiarlos bien para que no quede ninguna china. Y cocerlos y aderezarlos para su conservación al estilo tradicional… y también comerlos! Que bien casan con cualquier cosa.
Pero por esa imposibilidad, este año me he tenido que conformar con degustarlos en diversos establecimientos hosteleros que en estas fechas nos regalas tapas con el preciado fruto del pinar. En cada sitio con su toque… todos buenísimos. Ya han comenzado las heladas y podemos dar por finalizada la temporada.
En nuestro otoño meseteño lo habitual es que llegando “la Santa” las lluvias traen también la bajada inmisericorde de temperaturas. Se suele decir que caen cuatro gotas y se acabó el verano… Pues no, este año no, que ha sido una otoñada de pervivencia de terrazas, de días y tardes de agradables paseos y de una cosa muy importante para las economías caseras, de ahorro en calefacción. Ya sea de gas, de gasoil, eléctrica, de pellet, carbón o la tradicional de “casquillo” –llamamos casquillo a la cáscara del piñón de nuestros pinares albares, un extraordinario y muy calorífico combustible, un ahorro que este año se ha hecho notar y a todos nos ha venido bien.
Pues sí, este pasado puente de la Constitución-Inmaculada, a pesar del frío que ya llegó, ha sido estupendo. Y ahora me quiero referir a la afluencia de gentes. Parece que ha sido una tónica general y que las zonas rurales del interior han notado especialmente esa afluencia de visitantes. Eso han dicho de las casas rurales.
También el turismo gastronómico que ha llenado nuestros restaurantes. Y que han alegrado nuestras calles, y grupos que han visitado nuestro patrimonio. Eso también habrá alegrado los ingresos de la hostelería y el comercio, aunque esto sea difícil de cuantificar.
También en estas fechas he aprendido algo nuevo y sorprendente en estas tierras.
Últimamente está proliferando el olivo como árbol ornamental en nuestros jardines. Un árbol que resultaba raro por estas latitudes y sobre todo inviable por el clima. Pero se ve que alguna especie más resistente está aclimatada. Y así, cuando paseamos vigilamos la cosecha de aceituna u olivas que nos ofrecen, este año un abundante fruto, recogido de algunos ejemplares y se están realizando pruebas… yo he comido unas aceitunas aliñadas según el tratamiento recomendado y están bastante bien. Ha sido una recolección temprana para evitar las heladas. Toda una novedad comer aceitunas locales.
Y se está produciendo aceite, aquí al lado aunque en otra provincia, Ataquines, una explotación de olivos jóvenes que ya producen olivas y un aceite muy rico que yo he probado en una comida con amigos en Medina del Campo, que lo ofrecen al modo de las zonas olivareras, como un “pringue” exquisito en el aperitivo de una comida… embasado, etiquetado y presentado con finura. Nunca se sabe esto de la aclimatación y nuevos cultivos.
Vivir para ver, y como diría mi abuela: “hay hijito, que ya hay de todo en todos los sitios…”, y muy bueno por cierto.