POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Ahora que estamos profundizando sobre nuestro ilustre Trinitario Fray Juan Gil, tan vinculado a las celebraciones del IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, hay una situación de difícil comprensión para nosotros al día de hoy, porque nuestra mentalidad tan acosada por el bienestar y las comodidades que se nos ofrece, nos resulta difícil comprender que hubiera personas entregadas a los demás, en vida y alma, e incluso hasta la muerte.
Cuando a visitantes y contertulios explicamos los quehaceres de aquella Orden religiosa, los Trinitarios, establecidos en nuestra ciudad desde principios del s. XIII, se dedicaban entre otras ocupaciones, a la “redención de cautivos”.
Aquellos conventos medievales durante siglos, dedicaban sus esfuerzos a la enseñanza. Nadie que tuviera facultades intelectuales podía quedar sin una formación, como tantas veces hemos apreciado en la historia. También realizaban atención de hospedaje de peregrinos y a curar enfermos, transeúntes y pobres de la población donde estaban establecidos. En este caso especialmente también, el convento arevalense era un santuario mariano al estar establecida en su iglesia la capilla de la venerada imagen de Nuestra Señora de las Angustias, Patrona y devoción predilecta de esta comarca.
Hasta la Guerra de la Independencia, la “francesada” en que todo cambió.
Con la desamortización, este gran convento quedo sumido en deformes ruinas que difícilmente dejaban traslucir lo que fue. Ahora se está recuperando lo que queda de aquel importante convento que participó de la vida social y religiosa de Arévalo durante siglos.
Pero, ¿qué hacen ahora los Trinitarios? Es una pregunta que nos hacemos los que ahora no estamos cerca de ellos. Pues siguen dedicándose a los cautivos, una atención humana y espiritual, a los inmigrantes y marginados, a los cristianos perseguidos por sus creencias en Siria, Yemen y otros lugares… ¡Qué labor tan difícil y que exige una gran dedicación y vocación. Una vigencia totalmente actual.
El año de Cervantes está en marcha y mucho público está visitando la ciudad, y un buen número visita las exposiciones sobre Cervantes y sobre Fray Juan Gil. Tres exposiciones y tres aspectos distintos, y complementarios. Algunas de estas visitas especiales acuden a conocer la villa de Fray Juan Gil, a rastrear las raíces del libertador y conocer la patria del redentor de Cervantes.
Este largo fin de semana, un puente de gran afluencia de visitantes, nos visitó un grupo de diez personas que requerían una ruta especial por el Arévalo histórico, un grupo de diez religiosos Trinitarios de las casas de Madrid y Alcorcón (Madrid) que querían ver y vivir esta ciudad, precisamente por ser la patria del Trinitario Fray Juan Gil.
Amigos lectores, tengo que reconocer que pocas veces, de las numerosas en las que he atendido a visitantes de nuestra ciudad, he sentido la serenidad y la satisfacción de atender a un grupo tan exquisito, tan conocedor de lo que querían ver, tan interesado en ver los lugares que nos recuerdan aquella historia tan bella.
Cuando la concejal de Cultura Sonsoles Arroyo me pidió acompañar a este grupo, como Cronista y como arevalense, me resultó especialmente agradable acompañarlos por la ciudad histórica, por los lugares trinitarios.
Las ruinas del antiguo convento; la magnífica escultura de nuestro fraile, obra del escultor Aparicio; la parroquia de Santo Domingo, donde ahora está la imagen de la Virgen de las Angustias, a la que nuestro fraile también veneró; San Martín, su pila de bautismo, y las exposiciones cervantinas que estos días se pueden ver.
Y entre parada y parada, una mirada a la historia y el patrimonio arevalense. Una gran satisfacción para mí, y para este florido grupo de Trinitarios, que según me manifestaron, habían descubierto la ciudad de uno de sus hermanos que pasó a la historia por ser el libertador de Cervantes, muy callada y humildemente, como ellos son… Cómo me gustó ejercer de Cronista y representar a mi ciudad. ¡Qué gran visita!