POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Como tengo por costumbre, ya que me considero asiduo de de las exposiciones Las Edades del Hombre, he visitado la magnífica exposición “Aqva abierta en la ciudad de Toro”, por segunda vez y las que vengan, porque me gusta repetir. Realizaré otra visita con la cofradía de la Santa Vera Cruz, como es costumbre, y algunas más acompañando a algunas amistades que también disfrutan mucho con ellas. En esta ocasión las he visitado con amigos gallegos que cada año bajan a la meseta de visita, esos mismos amigos que cuando yo subo hacia el noroeste hacen lo propio conmigo.
Toro es una vieja y conocida ciudad histórica, excelente casco urbano lleno de recuerdos históricos y patrimoniales, de una arquitectura tradicional interesantísima, de palacios con mucho empaque, y algo llamativo en cada encrucijada.
Aqva es una muestra preciosa de Las Edades, como el mismo nombre indica, el tema de base y conductor del relato, es el agua. Agua como fuente de vida, de espiritualidad, de inicio religioso… tantos significados que dan para muchos relatos. Y así es, en sus seis capítulos o áreas en que está dividida, el agua es protagonista.
Especialmente importante es su primera sede, la Colegiata de Santa María, esa media catedral que es un magnífico espacio románico, traza característica de esa arquitectura con otras muchas obras de arte. Y perfectamente integrada en el relato, su portada occidental, medio Románica, medio gótico incipiente, espectacular y maravillosa, con su policromía de colores pastel, tonos suaves y armoniosos, tan bien restaurada y tanta simbología en sus esculturas.
El impresionante cimborrio de tradición bizantina, es una de esas maravillosas cúpulas del Duero, que junto con Zamora y Salamanca forman el trébol de esas obras de arquitectura excepcionales. Nosotros siempre al hablar de las cúpulas del Duero añadimos otra tan buena como las tres anteriores, en este caso de estilo mudéjar-románico, me estoy refiriendo a nuestra cúpula de La Lugareja, esa gran ermita resto de lo que fue un gran monasterio medieval. Hay quienes quitan el apellido “del Duero”, para sumar otra más, tan buena como las anteriores, la cúpula y cimborrio de la catedral vieja de Plasencia. Unas joyas de arte definitorias.
La segunda sede, una iglesia mudéjar, de ese conjunto mudéjar que en Toro tiene características propias, no en vano algunos historiadores encajan en el foco del «mudéjar toresano» algunas de esas características. En cualquier caso, un imponente patrimonio que nos hermana bastante a estas dos ciudades, Toro y Arévalo, por medio del arte mudéjar. La iglesia del Santo Sepulcro es tan simple en su exterior, como rica y sorprendente en el interior.
Yo no la había visto nunca, no está en el circuito turístico y sin embargo es una impresionante sorpresa en su arquitectura y en su decoración que nos ofrece este evento. Además de valiosas obras de arte allí instaladas para esta exposición. Otros atractivos de gran interés son los ábsides, esa cabecera triple oculta en el exterior y tan interesante, o esos efectos acuosos entre los arcos de los ábsides menores y los restos mudéjares de sus muros profusamente decorados de arquitos ciegos. O como las modificaciones posteriores, esos grandes arcos formeros pétreos, tan amplios como integrados en la amplitud del espacio, como complemento armónico.
Y esas exposiciones complementarias de las iglesias, vimos San Sebastián con las preciosas pinturas murales de Teresa Díaz, y la de San Lorenzo el Real, con sus llamativos sepulcros, su retablo gótico y el famoso cuadro de la «Virgen de la mosca».
Fue otro día cargado de agua, por eso lo de Aqva-Agua, tormentas densas y chaparrones intermitentes, pero fuertes. Agua, más agua… ¡qué primavera!
Y el pantano de “Las Cogotas” casi lleno. Quién lo iba a decir hace apenas un mes, el caudal que ha acumulado, da gloria verle, con agua, para beber y para regar, aunque a estas fechas, muchos cultivos dicen los agricultores que no se han podido sembrar.