POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)

Casi de puntillas, como esa gran fiesta que fue y ya no es, ha llegado Santiago, la fiesta del Patrono de España, una gran solemnidad que ya sólo se celebra en algunas partes. Es fiesta religiosa pero laborable… cosas del calendario moderno.

Viendo la retransmisión de la misa desde la gran catedral de Santiago de Compostela, me vienen tantos recuerdos sobre el Patrón de las Españas, sobre la figura del Apóstol, sobre su templo compostelano, sobre sus devociones populares, sobre instituciones con su nombre, sobre tantas cosas… que hoy quiero recordar algunas en estas líneas, para que no se nos olvide la solemnidad que fue y ya no es.

Porque esta fiesta es la de nuestros orígenes, un camino europeo de unión de tantas gentes y vía de transmisión de culturas del viejo continente y aún más, del mundo entero. Una confluencia de muchos caminos hacia una meta, un fin deseado por tantos durante muchos siglos. No en vano el camino deriva a un paraje donde el mundo antiguo tocaba a su fin, Finisterre, con tantos significados profundos para el ser humano.

Esta fiesta hoy es como el reflejo de la decadencia europea que niega sus propias raíces a cambio de un rumbo incierto, sin camino, o del camino equivocado de la duda y sin ruta y sin tener clara la dirección a seguir. De una Europa llena de complejos, de indefiniciones, que está cambiando sus raíces por algo impreciso y vacuo, contrario a todo lo que siempre ha representado la unidad de esta sociedad que nace de las profundas raíces en la cultura clásica grecorromana, y se afianza y construye en el humanismo cristiano, el que aglutinó a tantos pueblos. Que se liberó de fundamentalismos y está cayendo en sus redes de pura inanición.

Se parece también al propio reflejo de la España actual. En unas comunidades de fiesta, en otras no… Pues, la verdad, al público en general le cuesta entenderlo. Era una de esas fiestas grandes hasta no hace tanto tiempo en que los calendarios se fijan más en los “puentes”, en esos “acueductos” largos y acomodados a una nueva sociedad que mide mejor los tempos del ocio de los del trabajo. Pues esto es lo que hay.

Tenemos otros referentes de lo que era esta fiesta, si miramos a la historia, sus fundamentos tendría. Si de historia moderna hablamos, recordar aquellas fiestas, dos cada verano, Santiago y el 18 de julio, en que la mayoría de la población salía en familia a merendar al campo, un día campestre con suculenta comida, de pesca en nuestros deliciosos ríos con baño incluido, de cangrejos para la paella, unidad de las familias que llegaban en bicis, carros, coches y camionetas, y también mosquitos que nos marcaban…

Si hablamos de historia más remota, tengamos en cuenta lo que históricamente ha supuesto Santiago y los caminos en la formación de la cultura occidental, la europea y la nuestra. El Santiago evangelizador, el de Clavijo, el impulsor de unos ideales de una sociedad que no quería ser aplastada por otra civilización ajena. Dicen que lo de Clavijo es una tradición, pero fue un ideal contagioso que dio fuerza para defender lo propio. Hoy está tan mal visto eso del «Santiago matamoros», que sus esculturas se esconden y cuando se habla de ello, se mira a otra parte… pues así estamos. Esto me recuerda los infinitos asesinatos de tantos cristianos por el mundo, y nosotros con nuestro buenismo.

Pero, cambiando de tercio, y hablando de historia, en Arévalo el rey Alfonso VIII concedió la encomienda de Uclés a la recién fundada Orden de Santiago, allá por el año 1174 cuando el rey, su corte, los prelados principales de Castilla y de León, y los nobles más destacados estaban en esta antigua villa acordando cosas para la gobernación del reino. Tuvimos una de las cofradías más antiguas dedicadas a esa devoción popular «del Señor Santiago», ya en el s. XIII.

Una fiesta muy principal desde la Edad Media, con toros entre sus celebraciones. Pero también con este nombre del Apóstol había una ermita-iglesia, un barrio y una calle. Un colegio que fundaron los Jesuitas. Y hubo un congreso…