POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)

Hemos comenzado un nuevo año con los deseos de felicidad, prosperidad, salud y todas las cosas mejores que nos podemos desear. Cómo han cambiado los tiempos, porque no hace tanto escribíamos una felicitación navideña que englobaba todas las felicitaciones de todos los acontecimientos de estas fiestas de Navidad, año nuevo y Reyes, y en el texto también se hacía extensible esa triple vertiente navideña.

Ahora no, ahora con los aparatos tecnológicos que nos acompañan y entretienen todo el día, cada fecha tiene su especialización y sus particularidades, y así llegan las de Navidad con todo un repertorio más o menos conocido de músicas y tarjetas visualizando los ambientes idílicos de la “blanca Navidad”, de las luces navideñas, del Belén de algún cuadro de pintores notables de otras épocas o de figuritas del entrañable portal, y un Papá Noel de llamativo atuendo blanco y rojo, y barba blanca cada año más larga, una de esas importaciones foráneas que ya son inseparables de una moderna tradición que como una coctelera aglutina y mezcla todo, lo nuestro y lo que nos llega, una vez más, orientado por el mercado de consumismo.

Y también los villancicos clásicos de voces blancas o no tanto, que nuestras corales cambian el repertorio habitual por unos días, con conciertos que nos ponen en situación de las celebraciones. Y el repertorio musical de los tres tenores que se repite cada año, conocido y renovado cada vez, o el de Plácido Domingo tan exultante con su villancico Yaucano: ¡Quisiera Niño besarte y San José no me deja…! Ya me lo dicen mis sobrinos: tío, picas… por eso no me extraña!

Luego llega el fin de año y el repertorio cambia, ahora son los deseos de felicidad y prosperidad, de los brindis y toda esa parafernalia, digamos que más profana y de diversión. Las uvas y las campanadas que nos aceleran y atragantan, total para recordarnos que somos un año más mayores. Eso sí, claro, y que hemos vivido otro año más, que esto es como todo, según como se mire.

También algunos correos o mensajes ocurrentes, más o menos encajados en la actualidad política o del famoseo, que eso sí es una chirigota, como las mejores de Cádiz, pero todo el año.

Nos queda poca espera para los Reyes Magos de Oriente, el colofón de las fiestas de Navidad, que están ahí mismito. La noche mágica para los niños y también para los mayores que nos devuelven a otros momentos y nos hacen sentir como niños ilusionados. Un acontecimiento tradicional que aguanta bien los empujones de otras modernidades, claro está, todo lo que sea duplicar, pues no es mal recibido.

Pero los Reyes tienen la fuerza y el cariño infantil… ya llegan y yo quiero pedirles amor y alegría para mis gentes. Que no falte el trabajo o que llegue pronto para quienes no lo tienen. Que el mundo sea más justo y que la paz le impregne, por fin, por todos sus confines… que mi ciudad y todas sus gentes vivamos en ciudadanía y amor fraterno.

Estas fechas suelen ser de balances, de recordar las cosas que no han sido positivas, demasiadas, en las que tenemos que mejorar, entre todos.

De las cosas de mi ciudad, las que nos rodean día a día que tenemos que cambiar para mejor. También las que tenemos que conservar como algo propio merecedor de ser mimado y conservado, que también las hay, muy entrañables.

Este año hemos celebrado un centenario, el cuarto, de la muerte de Miguel de Cervantes, y en ello Arévalo ha tenido una página entrañable de la mano de un humilde fraile trinitario, el que rescató a nuestro escritor del cautiverio de Argel. Un acontecimiento que nos ha recordado el amor fraterno. Bastantes actos culturales nos lo han recordado, pero yo hoy me quedo con el símbolo de la bondad fraterna que propició esta gesta. Amigos míos, un feliz y fructífero año nuevo.