POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Me dirán amigos lectores que porqué estoy mezclando dos personalidades tan distintas y sus dos centenarios. En la columna anterior comenzamos hablando en general de los dos personajes de los que celebramos el centenario de su nacimiento: Emilio Romero y Gloria Fuertes. Pero todo tiene su fundamento y sus conexiones en pequeñas historias cercanas, historias de mi ciudad, pequeñas historias que quiero contar.
Sobre Gloria Fuertes
Qué puedo yo decir de Gloria Fuertes, si todo el mundo la conoce, que fue una escritora y poeta de resonancia internacional, una madrileña castiza nacida en el barrio de Lavapiés, 28 de julio de 1917, maltratada por la guerra, como tantas gentes entonces, fue una situación que la hizo fuerte y curtida, unas circunstancias que después trataría y contaría sin ira, ni odio, con esa especie de candor que tanto la caracterizó.
Una escritora subyugante, distinta y personal, como muestran sus historias infantiles que han sido traducidas a numerosos idiomas, y como muestra su obra poética más seria, que se hizo tan popular entre chicos y grandes, y en sus programas televisivos “Un globo, dos globos, tres globos” y “La cometa blanca”. Cuando vino a Arévalo a dar un recital era ya famosa y muy querida, en una de aquellas “semanas culturales de primavera” que organizaba el Centro de Iniciativas y Turismo de Arévalo, en la época del alcalde Jesús Prieto.
Y fue precisamente Emilio Romero quien propició su venida y nos hizo aquel regalazo. El influyente Emilio siempre cumplía y siempre nos traía gentes relevantes de la cultura, el deporte y el espectáculo. Así fue como una memorable noche unió a Gloria Fuertes y a esta ciudad en amor eterno, en un acto popular celebrado allá por los setenta en una de aquellas semanas, en una anécdota que es de lo más interesante y curiosa. Convendrán conmigo que ambas personalidades han de ir juntas en estos momentos desde esta historia de mi ciudad.
Y nos sentimos tal y como ella decía, “Contigo estamos en la Gloria, sin haber muerto…”. En aquel recital poético se metió el público en el bolsillo, con sus poemas, al tiempo desgarradores, amables, e ingenuos, recitados con su voz y una cadencia tan especial y personal.
Aquella intervención era todo un lujo para la cultura de este foro provinciano, y vino con el patrocinio de Emilio Romero, como siempre dispuesto a enviarnos personalidades del momento. Gloria fue recibida con mucha expectación por un público sensiblemente mayor a el que solía acudir a estas citas, tenía mucho tirón.
Acabado el acto, en una cena popular a escote, y en los postres, Gloria tenía que darnos la guinda de aquel maravilloso pastel y tomando la palabra en un brindis manifestó con emoción, complacencia y una cierta ironía: “Me voy preñada de Arévalo”… Aquella frase lapidaria arrancó del numeroso auditorio un fuerte y caluroso aplauso en aquella despedida y clausura de la Semana Cultural de Primavera, no recuerdo si de 1972 ó 73, en la galería la Fonda llena de público.
Pero bueno Gloria, si es así tendremos que celebrar el parto y el bautizo. Esa frase, en su boca y en su tono de voz fue toda una declaración de amor, debió de ser una preñez deseada!!! En realidad aquel chascarrillo significó rotundamente que estuvo muy a gusto en la conferencia, en la cena y en los postres, en una despedida que nadie quería que llegara.
Todos fuimos conquistados por la cercanía y sensibilidad de aquella gran poeta, ¡nunca “poetisa”! como ella decía.
Como aquello fue un regalo de Emilio Romero, pues nos la trajo en su coche particular, con Simón, su chofer, y acabado el acto la llevó de regreso a Madrid. En aquel viaje otras anécdotas urgieron de aquella vivaracha y gran mujer. Pero este viaje será un relato para otro momento.
Dos grandes personajes unidos en mi ciudad, en uno de aquellos actos culturales que siempre se significaron en un auditorio culto y deseoso de estos valores. Entonces no había salones y medios como hoy, era todo medio improvisado, pero resultaba ser de una gran categoría cultural… Gloria, entonces me enamoré de ti… y cuánto me alegro de ello!