POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Aunque no es corriente que haga segundas entregas y continuaciones en esta serie de columnas que realizo como Cronista Oficial de mi ciudad, debo regresar en estas líneas a completar el relato iniciado en la columna anterior, contar la segunda parte de aquella apasionante vivencia que inicie se la visita a nuestra ciudad de la genial poeta y escritora Gloria Fuertes.
Aquella noche de autos, después de la despedida y la preñez emocional vitoreada, la noche de aquella memorable jornada de la cultura arevalense que habíamos presenciado más de un centenar de personas, la protagonista tenía que regresar al foro, a la Villa y Corte de Madrid, su ciudad, porque todo lo que tiene inicio ha de tener un final.
Yo que estaba entre los organizadores, me ofrecí a acompañarla ya que se daba la circunstancia que el conductor, otro arevalense, regresaría de nuevo hacia Arévalo porque aquí estaba su familia. Así, sin corto ni perezoso me ofrecí a ser acompañante de cortesía. Encantada me dijo ella. Y así realizamos el viaje más corto y ensoñador que yo nunca hice a Madrid.
Un viaje nada aburrido como cabía esperar, lleno de apasionante conversación, yo apenas insinuaba alguna pregunta o tema de conversación, ella sin dudar nos contaba mil y una anécdotas y las cosas más singulares de su intensa y apasionada vida de escritora afamada. Y yo sin parar de escuchar aquellas vivencias y cosas de Gloria.
Sin darnos apenas cuenta llegábamos a la ciudad en el confortable vehículo de Emilio Romero. Tengo que reconocer ahora, pasado el tiempo, que para un joven algo pardillo y atrevido como yo, aquella noche fue de lo más delicioso que me ha ocurrido nunca. Un viaje que querría no tuviera fin.
Fue como un sueño literario de la mano de una de las pocas personas que podían despertar esos sentimientos y hacernos llegar a un ensimismamiento acariciado por la cadencia y forma de recitar de esta gran mujer, escribidora de historias para niños que, ¡ho casualidad! tanto gustaba también a los grandes. También tiene obra “de mayores” que es para pensar…
Altas horas de la madrugada en la capital, con sus calles semivacías, pedía una copa de celebración recordando aquel sugestivo viaje en compañía tan amable. Entonces no ponían el globito y el momento lo pedía… yo entonces no reparé ni en la hora, porque a las 9 de la mañana tenía que empezar mi jornada laboral.
Durante el viaje de la vuelta, más recordatorios de lo vivido, de aquella noche inolvidable y mágica que Simón y yo nunca olvidamos. Desde entonces, siempre teníamos una cierta complicidad, siempre me recordaba aquella noche misteriosa y subyugante… embriagada de poesía y de la personalidad apabullante de aquella mujer poeta, que no poetisa, de aquella escritora y contadora de cuentos, de aquellos relatos que gustaban a chicos y a grandes.
De entre tantas cosas y tantos detalles de aquella noche tan llena de poesía y vida, recuerdo con cariño y especial agrado un poema, “El camello cojito”, que durante el viaje Gloria me dedicó al comentarla lo que me había gustado, y de él recojo un fragmento: “Acercándose a Gaspar, Melchor le dijo al oído: vaya mierda de camello que en Oriente te han vendido…” cuando el animal se quedaba rezagado porque estaba cojito…
¡Qué candor y encanto tiene este relato de los tres Reyes Magos! Y el sorpresivo final del poema cuando dice que el camello se quedó con el Niño, porque fue el regalo que más le gustó… este poema escuchado en la voz ronca y rasgada de Gloria tiene un calor especial, llega a lo más profundo… les recomiendo toda su poesía, especialmente la de niños, y la otra, no tienen desperdicio. Si cabe en la distancia aún adquiere más grandeza.
Al hilo de este tema, hace unos días, en la Villa de los Baños, en Cuntis, lo recordábamos mi amigo Heitor, el historiador de allí, y yo. Permítanme que hoy le dedique esta columna que seguro le introducirá en el mundo de Gloria Fuertes.