POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Quiero al iniciar de nuevo esta columna saludar afectuosamente a los lectores que me siguen, aquellos que me han puesto falta durante estas semanas de ausencia, los que me decían que ya estaba bien de vacaciones… y pensar que dije al responsable de esta sección de nuestro querido Diario de Ávila que no quería vacaciones… pero no ha sido ese el asunto de mi ausencia.
Si recuerdan mi última columna, no hay necesidad de decir el porqué. Pero para quienes pueden leerme por primera vez, les diré que fueron unas líneas dedicadas a un gran amigo que nos dejó… y no tenía ganas de reanudar estas torres mudéjares. Después de varios intentos, y de viajes de por medio, el último impulso que me anima a reanudarlas han sido las palabras del director del diario, que amablemente me ha vuelto a invitar a ello y me ha recordado la cantidad de amigos lectores que me siguen, con lo que también ha aflorado una miaja de esa vanidad humana que todos tenemos, y así resurgió el deseo de volver a tomar contacto con nuestras gentes, de Arévalo, o de Ávila y su provincia, y aún de más lejanos lugares.
Hablando metafóricamente, hoy podría decir que he restaurado esta mi torre mudéjar, atalaya de este escaparate de mi ciudad, desde el punto de vista de este Cronista, que es lo mismo que decir que reanudo mis colaboraciones con este querido Diario de Ávila
Y quiero comenzar esta nueva etapa recordando mis últimas actividades como Cronista de mi ciudad, unas vivencias cargadas de intensos recuerdos, de aventuras cronísticas que me han devuelto un poco esas ganas de estar de nuevo con todos ustedes con el nexo unificador de estas líneas.
Ya este diario recogió la noticia de mi participación, en función y condición de Cronista, en un congreso Mexicano-Hispano, allá en Cancún, ese caribe de playas de finas y blancas arenas bañadas de aguas azul turquesa… un tópico que sí se corresponde con la realidad.
Como también esas palmeras tropicales que nacen y viven en las finas arenas junto a las caricias del mar, como pude comprobar en Isla Mujeres, el punto más oriental de aquel hermoso y gran país hermano, donde estuvimos en misión de trabajo, por lo que me quedé con las ganas de algún baño en aquel lugar paradisiaco… pero el caso es que el programa estaba demasiado apretado.
No lo creerán pero, aunque me compré un bañador para zanjar el olvido, no pude estrenarlo en las aguas del Caribe!!! Tan sólo un rato perdido en que me di un baño, a medias, en la piscina del hotel, ¡un caldo! Y es que teníamos 36º con un 80% de humedad… todo el día chorreando sudor!!!
Fue muy importante volver a contactar con los cronistas mexicanos que vinieron el año pasado a nuestro congreso, que se celebró en Burgos. Amigos y compañeros antiguos, y otros nuevos que surgieron en el transcurso de las ponencias y comunicaciones, en las visitas culturales y las comidas compartidas.
De entre esas personas compañeras de aventuras en la crónica, tengo que destacar al que ya es amigo, Ignacio Moreno, profesor investigador de Estudios Multiculturales de la Universidad de la Ciénaga del Estado de Michoacán de Ocampo, la tierra hermanada con nuestra Madrigal a través de la enorme figura del humanista don Vasco Vázquez de Quiroga y Alonso de la Cárcel, “Tata Vasco”, el jurista y primer obispo de Michoacán.
El magnífico anfitrión de Zacatecas, Guadalupe, Guanajuato, San Miguel de Allende, el Cronista Manuel González Ramírez. O al admirable Cronista de Santa Fe, Jesús Cortés Tabares, estudioso y seguidor de aquella primera fundación de Vasco de Quiroga, la ciudad-hospital. Y tantos otros que nos recibieron con los brazos abiertos en aquel 40 Congreso Nacional de Cronistas Mexicanos y I Encuentro Internacional de la Crónica. Volveremos sobre este tema tan enriquecedor que ha descubierto horizontes valiosos…
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