POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Y aquí estoy, medio postrado… después de tanto viaje y tanto congreso, regreso a la realidad cotidiana. Y es que, se me ha juntado todo en tan poco tiempo… pero, a lo que vamos, antes y después de los viajes, he estado de traslado de casa, de despacho y de biblioteca, de la que aún quedan varias cajas de libros por reubicar y la mayoría por inventariar.
Siempre pensé que sería un cambio lento y trabajoso, no tanto por el propio traslado como por la naturaleza de lo trasladado. Así, las ropas y enseres personales corrieron en poco tiempo.
Pero los papeles del Cronista oficial, carpetas y carpetas, libros y más libros, papeles sueltos la mayoría de ellos poco y mal ordenados… pero no puedo tirar nada sin “espulgar” porque, dentro de tantos papeles para el papel, aún quedan y aparecen algunas perlas del cronista que daba por extraviadas, aunque no perdidas…
Y tantos periódicos de los que tengo que extraer mis artículos y columnas y otras cosas de interés, recortes dignos de ser guardados. Pues así están las cosas. Cada día dedico un tiempo a la recolocación e inventariado de todos los libros que son “mi tesoro” acumulado durante años, algunos costosos adquiridos con ahorros a veces excesivos… pero cada época tiene su porqué, que no debe ser criticado a toro pasado, tenían su fundamento en aquellos momentos.
Como tantas cosas de la vida y de la historia, que no se pueden juzgar con los ojos de hoy… Está claro que ahora no compraría ciertos libros, y menos al día de hoy en que lo digital invade nuestras vidas, también la cultural. Pero aquello fue fruto de mis inquietudes… Entre ellos he descubierto cuatro tomos de la “Historia del arte” de Pijoan, que me regaló mi padre cuando yo comenzaba a estudiar la publicidad… Un recuerdo entrañable y valiosísimo. Luego llegarían otros impulsos.
Pues estaba yo una mañana de estas colocando libros en la nueva librería de madera, cuando un enorme libro de tamaño y grosor, y de tapas duras para más inri, resbaló y fue a caer sobre mi pie derecho!!! Hooo… ¡qué dolor!… intenso y mareante. Cuando me había rehecho llamé a unos amigos que me llevaron al Centro de Salud donde me hicieron unas radiografías. No había fractura, pero, aunque solo fuera muscular y de tendones, el dolor fue intensísimo. Y llegué a la conclusión que, a veces, la cultura es pesada y dolorosa!!! Creo que el golpe fue de rebote o de resfilón, porque si no…
Y acabado de llegar del VII Congreso Nacional de Hermandades y Cofradías de Nuestra Señora de las Angustias, celebrado en Granada, con gran participación y unas jornadas intensas de religiosidad popular, de cultura mariana y de visitas emblemáticas de aquella ciudad andaluza e isabelina, especial para todos, pero especialmente para los cofrades de Arévalo y de Ávila que hemos asistido, por las connotaciones y recuerdos de nuestra Isabel, la gran reina de Castilla que tanto tuvo que ver con la entronización de Nuestra Señora en aquella ciudad….
El recibimiento oficial fue en la Capilla Real, lugar mágico que guarda a nuestra Isabel. Allí están los sarcófagos sencillos de plomo, bajo los majestuosos mausoleos de fríos alabastros. Al lado ese museo con tantos recuerdos para la historia. O aquella visita nocturna a la Alhambra, singular y especial, un itinerario que en la noche resulta de embrujo, y a la salida la lluvia tan esperada, aunque insuficiente.
O el concierto en el auditorio Manuel de Falla con magníficas músicas de las diversas versiones del himno de la Virgen. O esa solemne celebración en la catedral seguida de la gran procesión, y la llegada a “La Carrera”, donde vive la Señora de Granada…
¿Saben cuál era el libro, ese de gran formato y pastas duras, el del accidente? Pues aquel magnífico libro que se editó con motivo del congreso de Cuenca… un libro de varias vírgenes de Las Angustias, la de Cuenca, la de Arévalo y la de tantos lugares como participaron en aquel congreso.
Un libro de edición lujosa, buen papel, y por ello pesado, con buenas y grandes fotografías y datos de la historia de todas ellas… Pues sí, pudo ser peor… ¡bastante peor! pero la Señora de nuevo se compadeció de mí.