POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Hablar de ciclogénesis, una vez más, y quitarse la boina de Madrid, ha sido todo uno. Amigos lectores, no es la primera vez que utilizo esa palabreja para comentar algunas anécdotas relacionadas con el tiempo. No deja de ser un tema recurrente, pero que desgraciadamente está ahí, aunque en esta ocasión pueda servir de regocijo por la necesidad que hay de agua.
La pertinaz sequía que agobia nuestra vida y amenaza nuestros campos y nuestra naturaleza, ha llegado a límites insospechados en un invierno incipiente, casi recién comenzado, después de un otoño veraniego que no terminaba nunca de pasar. Y sin llover una gota.
Engañosamente Nosotros vemos un río Adaja que trae un cauce que parece ser mayor del llamado “cauce ecológico” y, sin embargo, cuando viajamos a Ávila capital y pasamos bordeando a lo lejos el pantano de Las Cogotas, apreciamos con cierto estupor lo exageradamente bajo del nivel de las aguas embalsadas… nada, ¡como un regato!
Pero, aunque parezca incomprensible tiene un motivo importante. Este río abulense en gran parte de su recorrido, que roza algo el noroeste segoviano para seguir su último tramo por la provincia de Valladolid hasta que en su último tramo se une en abrazo de hermano con el río segoviano, el Eresma. Tan de hermanos es el abrazo, que el último y corto tramo hasta su desembocadura en el padre Duero, los dos conservan su nombre y ambos so considerados afluentes del Duero.
Ninguno es más que el otro, es un caso insólito en la geografía nacional. Pues como decía, ese cauce es necesario para el abastecimiento de dos poblaciones vallisoletanas que se abastecen de nuestro río: Medina del Campo y Olmedo. En otras épocas más normales también aporta una parte, aunque sea pequeña, para mantener el cauce del Duero que debe llegar a nuestros vecinos portugueses. Cuestiones de las cuencas de los ríos y sus aportes.
Con el tiempo climatológico en contra, llegó el puente largo de la Constitución-Purísima que viene a ser uno de los más largos y más moviditos del calendario de las caravanas de nuestras carreteras. Dicen algunos que entre el 8 y el 10% de incremento de visitantes… una gozada, y sin hablar de números ni porcentajes, porque las estadísticas aún no están cerradas, y porque no todos pasan por la oficina de turismo, que ha contabilizado altas afluencias de visitantes, como atestigua el buen ambiente hostelero que hemos disfrutado estos días.
Y cómo estaban las calles de la ciudad, las calles y plazas del casco histórico, con mucho público. Además del conjunto patrimonial urbano de esta “Ciudad Mudéjar”, han sido muy demandadas las ofertas de los cuatro templos mudéjares con el conjunto de plazas, y entre la que más admiración despierta es la Plaza de la Villa.
El Museo de Historia de la Ciudad, el Centro de Interpretación de la Naturaleza, el Centro de Interpretación del Cereal, ambos ubicados en la Casa del Concejo sobre el arco de la Villa. O el Museo del Cereal y de los Silos instalado en el castillo arevalense, que tanto tirón tiene desde su última restauración.
Dicen en círculos municipales que es inminente la inauguración de otro espacio para el disfrute público, de arevalenses y visitantes, en el corazón del Arévalo antiguo, en la propia Plaza de la Villa. Se trata del “Centro de Actividades Mudéjares” que está finalizando y pronto veremos.
Comenzó con tiempo frío, soleado y brillante, con heladas intensas de días claros y agradables, que hasta las terrazas se vieron invadidas por un numeroso público, que deambulaba, el turismo de puente cultural-gastronómico que hace las delicias en esta ciudad mudéjar y su gastronomía brillante con los asados como insignia y estandarte.
Y llegó un gran cambio en esos días del “puentazo”, un radical cambio con “Ana”, la primera gran borrasca con nombre, y trajo las ansiadas lluvias, pero por esta llanura menos de la anunciada, un rato por la noche, eso sí, fortísimas y acompañadas de esos vientos ciclónicos que silbaron en la noche con gran apagón de luz… pero todo pasó ya.