POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Fíjense amigos lectores, si en la columna anterior hacía un canto emocionado a una de nuestras tradiciones navideñas, los belenes, con todo el cariño y de corazón, pues parece que ese timbre ha sido el motivo para pedirme que formara parte del jurado de nuestro tradicional concurso de belenes, que ha alcanzado su edición número 34.
La verdad es que me ha hecho ilusión, después de tantos años, porque ya lo fui al principio cuando se inició en la asociación de antiguos alumnos Salesianos, una bella iniciativa a la que pronto se sumó nuestro Ayuntamiento.
Una tradición que mantiene en nuestra ciudad vivo el belenismo. Quizás no sean muchos los participantes, seguro que se ponen muchos belenes más, pero hemos podido comprobar la gran calidad, buen gusto, mucho trabajo y mucha imaginación en los que hemos podido ver.
Desde el clásico con efectos visuales de día y noche, agua corriente y paisaje de aquellas tierras, al abigarrado conjunto de escenas alusivas en torno al portal de Belén con un preciosismo rico y extraordinario y escenas inverosímiles, pero que ya forman parte de la tradición, como esa bodega y pisado de la uva de un realismo tal.
O esos otros belenes de manualidades de los niños de colegio y guardería, y de los más mayores del Centro de Día, tan bonitos como meritorios por su elaboración llena de detalles y curiosidades. O esos otros vanguardistas en las formas y en los materiales y mucho trabajo en ello.
He gozado de nuevo y mucho en esa tarea de calificar, muy difícil por otra parte, precisamente por la gran calidad de los participantes. Claro que en este concurso no entra el Belén del Ayuntamiento que está siendo muy visitado o del viviente que nuevamente podremos ver la víspera de Reyes, y tantos otros que están en tantos hogares.
Pero hay que pasas página y con ella, año. Nos queda la fiesta de Reyes, los tres magos de Oriente, que seguro llenarán de nuevo nuestras calles de gentes menudas y mayores, que todos gozamos con ellos. Yo estoy acabando mí carta, como siempre, porque tengo cosas que agradecerlos y otras que pedirlos… para mí y para mí ciudad.
El final de un año que, como todos, tiene su cara y su cruz. Unos amigos cercanos o familiares que nos dejan, otros niños nuevos que llegan a alegrar a las familias, y así es la vida.
Unos días alegres, bulliciosos porque aglutinan a la familia y la unen, de alboroto maravilloso de los más pequeños, y los más mayores que llevan varios años despidiéndose de las fiestas, como si fuera ya el último… en lo que lo más importante es eso, juntarse, además de todas las viandas especiales de estos días. Y es que en torno a la mesa todo resulta más cercano. Y otros días casi en la soledad, porque hay que compartir con las otras familias y eso hace valorar aún más los momentos intensos.
Ese es un balance de estos días. Pero hay otro, el de nuestra ciudad, que también tiene sus más y sus menos, como en todo.
Pero un año muy especial, en que ha aumentado el turismo, la actividad en general está más animada, perece que se respira un ambiente de mayor confianza, a pesar de los “indepe” y eso de “Tabarnia”, que nos ha traído a mal traer estos últimos meses. Nuestras industrias gozan de buena salud, para el bien de todos y de la propia ciudad.
Y el gran proyecto de “Collegium” de la Fundación Adrastus, está en compás de espera, esperemos que ya pronto despegue según todo lo previsto. Parece que el tema está a la espera del Plan Especial del Casco Histórico, ese eterno desaparecido que nunca termina de llegar… un gran freno para la ciudad vieja, la que se esta quedando tan vacía, una asignatura pendiente que no termina de entenderse.
Luego vendrán más planes de rehabilitación y esas cosas, pero sería mejor no inhabilitar para luego no tener que rehabilitar… y me ha salido un jerebeque de palabras, pero ya me entienden. Y eso que hoy no quiero ponerme negativo, quería centrar mis comentarios en las cosas positivas y agradables. Un poco tarde, pero ¡Feliz Año Nuevo! un deseo tópico pero real!.