POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Pues seguimos terminamos con este invierno caprichoso y frío en el que las bajas temperaturas nos han hecho recordar esos “inviernos de los de antes” como se suele decir, porque ya no son igual.
Y el caso es que las temperaturas de este nos están haciendo pensar que eso del calentamiento climático deja lugar a dudas. Como me decía una amiga mía, “pues eso, que se caliente un poquito, que este invierno llevo un gasto de calefacción…”. Yo no creo que sea para tanto, aunque heladas sí han caído algunas buenas, pero lo que más se nota son las máximas tan mínimas, y aún más cuando se levanta un aire “que corta”, que eso es otra cosa, la sensación térmica.
Sin embargo, ante las dudas, un amigo mío, Juan Francisco, el meteorólogo de Boceguillas, me dice que lo que se ha de tener en cuenta son las temperaturas medias de años y sí está ahí amenazante el calentamiento global… pues eso, a poner todos nuestro “granito de arena”, yo con el frío, me pongo la bata y bajo 2º la temperatura del termostato y dos tarugos menos en la chimenea.
El caso es que las fiestas de Nuestra Señora este año han estado amenazadas permanentemente por el temporal, de frío intenso, de viento, de nieve o de agua, que de todo ha habido, y aún así, la respuesta popular ha sido extraordinaria, aunque algunos días aflojara la afluencia de fieles, sobre todo cuando el piso nevado y resbaladizo quitaba todas las intenciones. O el día de la presentación de los niños a la Virgen, que amaneció nevado y muchos no salieron…
Y el día de la fiesta, nevando entre las misas de 9 y la mayor de las 11 de la mañana, cuando pasábamos con las joyas de a Virgen, más que nieve era eso que aquí llamamos “asperidad”, que no es agua ni nieve, porque el frío lo ha convertido en granicillos helados y duros que rebotaban y eran arrastrados por el viento… al finalizar la solemnidad de la Misa Mayor, el tiempo nos dio una tregua y la Virgen salió, y el pueblo arevalense, comarcano y aún de más lejos, la acompañamos en una de las procesiones más rápidas que recuerdo, ante la amenaza.
Pero la animación llenó nuestras calles para aclamar a nuestra Patrona y acompañarla por nuestras calles como Reina y Señora de Arévalo, como Alcaldesa Honoraria que es y se recordó en el gesto del bastón del alcalde depositado en su carroza. Las cosas sentidas y emotivas también tienen que interpretarse con gestos que muestren el sentido de lo que se hace.
Un lema muy cofrade de Las Angustias de Arévalo, además del culto religioso hacia nuestra Virgen coronada, “Hay que conservar las tradiciones viejas y nuevas” para que la fiesta resulte del todo brillante. Y así es… Y por cierto, como lo están descubriendo los nuevos cofrades siempre prestos a la colaboración y asunción de responsabilidades. Una nueva generación cofrade al servicio de nuestra Madre de las Angustias.
Pues quería hablar también de otras cosas que han llenado la fiesta, como la tradicional subasta que se realiza después de la procesión, que la noticia más antigua que conocemos es de 1843, unas ofrendas a Nuestra Señora que había que transformarlas en dineros necesarios para el mantenimiento del culto todo el año, y se decidió subastarlas.
Eran regalos sencillos pero llenos de amor, frutos, algunos exóticos para la fecha; o dulces caseros; o animales de corral o de cija, corderos, gallos o tostones; u objetos de devoción, como las primeras fotografías de la Virgen… en fin, un mundo de aquel momento. Esa tradición “vieja” se ha mantenido y cultivado por los cofrades. Durante las últimas décadas del s. XX, un ilustre hijo de Arévalo popularizó “los gallitos”, los de Emilio Romero, su columna del periódico Pueblo, y las pujas por los hermosos gallos de corral que, ofertados a la Virgen, eran subastados con altas pujas, una tradición “nueva” que las autoridades y los fieles mantienen con mucho celo y sano picadillo subastero.
Ya ven amigos, una fiesta llena de matices, unos religiosos de una ancestral religiosidad popular, y otros más festivos en torno a estas fiestas anuales multitudinarias, cuando el pueblo arevalense celebra a su Patrona la Virgen de las Angustias.