POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Hay un dicho usado frecuentemente “una de cal y otra de arena”, para decir que a medias se alternan cosas buenas y menos buenas, decimos que es una forma de poner de manifiesto cosas que dejan algo que desear, o que simplemente hasta se complementan. Una de cal y tres de arena pretende acentuar esos aspectos desiguales
Verán amigos lectores, el fin de semana del primero de abril, aprovechando que el tiempo nos regaló unos días agradables, aunque con algo de viento y algunas nubes amenazadoras, salimos juntos a dar un paseo dos amigos y yo, a los que me vincula la historia y el amor por nuestra ciudad. David ya es un licenciado en historia que está finalizando un master complementario, experimentado paleógrafo, y Antonio, que está en la carrera, también de historia.
Somos más, pero es difícil ponernos de acuerdo y juntarnos, aunque sería lo ideal. Ellos tenían interés en ver algunos restos de las murallas de Arévalo, el puente de Valladolid con sus recientes desprendimientos y esas cosas. Todo prometía un rato agradable puesto que además nos compenetramos en esos temas y todos aprendemos, uno de otro y así van las cosas, con reciprocidad. Como había alguna nube que podría traer algún chubasco, bajamos con coche hasta la rotonda y una vez allí emprendimos el paseo junto al puente.
El magnífico puente medieval mudéjar tan lleno de parches como de desconchones, el sufrido puente que lleva siglos desafiando la naturaleza acosadora de un Adaja que, si bien no es muy caudaloso, cuando se enfada arremete con furia inusitada, y la furia de los hombres que arremeten con saña.
Una construcción que desde el cauce se agranda y deja ver su monumentalidad, que desde arriba no aparenta. Y esos restos de la muralla desde el puente, junto al cauce del río, hasta llegar bajo el mirador, restos que nos muestran un trazado, esa línea tan discutida, como la romanidad del puente… y de ello hablamos.
Una visión algo especial, porque partimos de estudios, unos publicados como los míos sobre las murallas, y otros inéditos, con documentación de archivos, documentos de primera mano que siguen aflorando en las visitas al Archivo General de Simancas o al de la Real Chancillería, o al Archivo Histórico Municipal de Arévalo. En fin, una visita aburrida para quienes no les apasiona estos temas, pero extraordinaria para estos tres amigos locos por la historia.
Tengo que manifestar que fue una mañana espléndida y en muy buena compañía. No recuerdo si antes en estas líneas me he manifestado en este sentido, pero es ya un hecho la amistad y la unión por la historia que aglutina a gentes de Arévalo o con vínculos familiares con nuestra ciudad, y que estamos haciendo “piña” para compartir cosas y despertar algunos sentimientos de unión en torno a nuestra rica historia y nuestro patrimonio.
Este Cronista se siente orgulloso de poder compartir muchas cosas de nuestro querido Arévalo con estos jóvenes historiadores que tomarán un testigo para continuar con el estudio serio y documentado de tantas y tantas cosas que aún se encuentran envueltas en la nebulosa de las tradiciones apócrifas, o de vagas leyendas mal redactadas y peor interpretadas…
Y paseamos la ribera de nuestro Adaja, bien crecido de cauce, que daba gloria, y aún más porque Las Cogotas ya se llenaron. Podríamos decir que este es el relato de la cal, el lado consistente del paseo ribereño.
Pero está la segunda parte del relato, las tres partes de arena, deplorable proporción, porque vivimos ese sentir vergüenza ajena, al poder apreciar los muladares, las basuras, bolsas de plástico y escombreras que están esparcidas por toda esta zona. Esa arena del titular, que el cemento con mucha arena resulta de mala calidad, flojo y sin consistencia, como esta misma situación.
Una verdadera vergüenza la cantidad de mierda, en sentido literal, y en el figurado, también, que campa por doquier. Y consta que se limpia cada cierto tiempo, pero tardan más en limpiar que en volver a ensuciar… ¡y siempre igual! Este desagradable tema también ocupó parte de nuestra conversación.