POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
La semana pasada recibí de mi amigo Jorge una invitación a un acto que se celebraba en Medina del Campo, nuestra ciudad hermana en la corta distancia y en la historia compartida. Inmediatamente hice un hueco en mis actividades porque el tema me interesaba enormemente: “Plan Mudéjar” propiciado por la Junta de Castilla y León con fondos europeos “Europa impulsa nuestro crecimiento”. En nuestra ciudad ya tuvimos otro acto semejante de las actuaciones y estudios realizados aquí y en la comarca.
Recuerdo la presentación en Arévalo de este mismo “Plan Mudéjar” en que pudimos apreciar algunos trabajos, sobre la recuperación de las pinturas de la torre de Santo Domingo. Otro sobre el estudio con catas de restaurador en el ábside de San Miguel de Arévalo, que nos dejan ver su espléndida decoración mudéjar interior y nos plantea una futura limpieza de este monumento extraordinario.
O sobre el estudio arqueológico del puente de Valladolid, también mudéjar, otra extraordinaria construcción por recuperar. Estudios sobre pequeñas y grandes intervenciones, todas necesarias.
En esta ocasión fue la presentación del plan relativo a las “Fortificaciones de ladrillo”, con dos expertos y amigos, Fernando Cobos, arquitecto gran conocedor de la arquitectura militar, y Carlos Sanz, restaurador. Cobos nos planteó esa magnífica arquitectura militar centrándose especialmente en dos castillos, el de Coca, el de Medina, aunque también salieron como ejemplos el nuestro de Arévalo, las murallas de Madrigal y el arco de María de Molina de Valladolid.
Un contenido técnico pero ameno para contarnos y cantarnos la grandeza del ladrillo mudéjar aplicado magistralmente a la arquitectura militar y defensiva, mil y una maneras de utilizar el ladrillo, porque no todo son torres y ábsides.
Sanz, bajo el punto de vista de restaurador, nos mostró las pinturas mudéjares o de tradición mudéjar que adornaron tantos paramentos, muchas de ellas casi desaparecidas. Otras visitables en algunas salas de la fortaleza de Coca, y en otras que no se visitan, un enorme patrimonio donde se une la pintura con los trazos en el mortero de la cal… y habló de tradición mudéjar, porque algunas son más tardías y no fueron hechas por mudéjares.
Y, en conjunto, una vez más, el mudéjar como aglutinador de una personalidad constructiva de un territorio, en el que destaca nuestro mudéjar. Todo esto en el castillo de La Mota de Medina, con su llamativo “neomudéjar” en sus interiores, como esa magnífica escalera de la subida al salón de actos, o la preciosa capilla…
Imbuido en este goce de lo mudéjar, y al tiempo de la preocupación que surge al advertir tanta necesidad, tan pocos especialistas en ello −sobran algunos advenedizos que no han descubierto el alma de nuestras cosas−, y tan cortos los presupuestos para avanzar en esa necesaria recuperación de lo nuestro, digo que rescaté una conferencia de un maestro y amigo, José Luis Gutiérrez Robledo, el historiador de arte enamorado de nuestro mudéjar, entre otros muchos valores.
Volví a escuchar detenidamente una magistral charla que allá por 2013 pronunció en el ciclo “Tres visiones de lo antiguo en Ávila… y algo más”, que sólo el título pone la carne de gallina: “Los bárbaros y los esclavos (…) destruyen las obras de arte. Los hombres libres las aman y las conservan”. Y han vuelto a mi mente tantas aventuras de arte, mudéjar, naturalmente, a su lado, con Raimundo y Nacho también, todos alumnos, aunque ellos muy aventajados.
Cómo este profesor que nos ha hecho amar el arte en sus salidas y excursiones para ver cosas que con sus explicaciones tomaban nuevos valores al descubrir tantas cosas en las que no habíamos reparado. Yo tengo una deuda de agradecimiento, el respeto al maestro y afecto de la cercanía en aquellas Lecciones de Arquitectura Española: El Mudéjar, que fueron un hito para nuestra ciudad y para descubrir un arte magníficamente representado en Arévalo, en toda la comarca y en las limítrofes. Un referente que nunca debió dejarse de celebrar…
Hoy de nuevo doy gracias por el saber recibido de gentes magníficas.