POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)
Qué puedo yo decir que no se pueda haber dicho ya en estas páginas del acontecimiento religioso que ha ocupado a la ciudad de Ávila y a todo su obispado durante estos últimos días especialmente, que ha sido recogido con un amplio despliegue periodístico. Pues nada nuevo, salvo mis impresiones personales de abulense creyente.
Se podría resumir con una frase lacónica: Yo estuve allí…
He seguido de cerca los momentos de la renuncia reglamentaria por edad del que hasta ahora ha sido nuestro Obispo Jesús García Burillo, yo le he sentido cercano a la comunidad, que nos ha visitado en Arévalo con cierta frecuencia, no en vano esta es la parroquia mayor de la diócesis, porque Ávila capital, que es la de mayor población de la diócesis, está asistida por varias parroquias.
Que nos ha acompañado en las ocasiones de solemnidad, especialmente a la fiesta de nuestra Patrona la Virgen de as Angustias, en visitas pastorales, en confirmaciones, y en otras ocasiones. Ha sido un Pastor muy cercano y querido por su pueblo abulense.
También he seguido con mucho interés la llegada de nuestro nuevo Pastor, desde que su nombre no pasaba de ser un rumor sin confirmar, hasta que se afianzó como nuestro nuevo Obispo. Las noticias no podían ser más gratificantes por ser una persona conocida por su cargo en la Conferencia Episcopal Española.
Yo no pude asistir a la despedida de García Burillo, a mi pesar, pero sí quería estar en el recibimiento de nuestro nuevo pastor y así el sábado me encaminé a nuestra catedral de El Salvador para estar en aquel acto anunciado de proclamación y toma de posesión de nuestro nuevo Obispo José María Gil Tamayo.
La catedral estaba exultante, mucho público y un ambiente festivo encontré a mi llegada. El primer templo abulense lucía un extraordinario aspecto, una iluminación espectacular y un ambiente expectante entre los murmullos de la gente y la música que anunciaba una solemne mañana. Yo conocía los ritos de la proclamación como obispo, los pude apreciar en la toma de posesión de otro abulense, Fidel Herráez, en su nombramiento como Arzobispo de Burgos no hace tanto tiempo.
Pero en esta ocasión teníamos una ceremonia especial, del de el nombramiento de obispo al juramento y toma de posesión. En medio de la solemne celebración, un ambiente especial producido por el órgano, la orquesta y el coro Santa Teresa que sonó magistralmente en las piezas que interpretaron durante la celebración.
Con la triste interrupción por el incidente sanitario de un asistente que al final resultó fallecido y que era un primo del nuevo Obispo, momentos de incertidumbre de idas y venidas del personal sanitario intentando la reanimación. Momentos en los que nuestro nuevo pastor permaneció arrodillado como correspondía al rito de la ceremonia de imposición de manos. Mas de media hora después continuó la ceremonia.
Me impresionaron especialmente las palabras de Ricardo Blázquez, Arzobispo de Valladolid, que presidió la celebración en su primera parte. Unas palabras emotivas y cercanas de otro abulense.
Y especialmente ese discurso final del nuevo Obispo, fue como una declaración de intenciones con unas palabras sentidas, un análisis certero de la sociedad actual y de la iglesia también, en las que mostró su gran conocimiento de la sede que ya ocupa. Y las especiales referencias a los santos de la tierra, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, y del santo compartido con su tierra extremeña, San Pedro de Alcántara como un nexo de unión espiritual.
No me fui del templo hasta saludarle personalmente, a pesar de lo avanzado de la hora. Le di los saludos desde Arévalo de la cofradía de nuestra Patrona la Virgen de las Angustias y de los arevalenses, por medio del Cronista Oficial, con el deseo de su pronta visita. Monseñor José María Gil Tamayo, bienvenido a esta tierra que también ya es suya.