POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA).
Sí, hay Navidad, a pesar de todo, aunque parece mentira que con todos los sucedidos de este año pudiéramos llegar a este lugar, pero hemos llegado a estas fechas llenos de incertidumbres, de dudas, de temores, de penas por el alejamiento de tantas familias, de calendarios cambiantes y tan variopintos… ¡casi uno por habitante!…
Pero, quizás sea esta la Navidad más auténtica y representativa de lo que estas fechas deberían ser para el general de las gentes. Más intimistas e interiorizadas, porque estas fechas de claro significado cristiano se les ha ido rodeando de tantos atrezos que casi están desconocidas. Hemos perdido el verdadero sentido de fraternidad y amor que nos despierta el tierno Niño Dios que bajó para nacer entre nosotros, como así lo creemos los cristianos, aunque también esos sentimientos estén compartidos por gentes de buena voluntad, aunque no crean.
La sociedad inmersa en un afán de consumo, de juegos fatuos y artificiales, muchas luces de colores y muchas frases hechas que por momentos pierden su significado por repetitivas y monótonas, por mecánicas que surgen de forma superficial, que rodean el momento actual, sin reparar en el verdadero significado profundo y vital. Pero quizás sea el mejor momento para profundizar en el verdadero sentido de lo que se festeja, de dejar un poco tantas cosas prescindibles y centrarnos en el significado de la vida, en unos momentos en que tatos conciudadanos nuestros nos han dejado, los más débiles y sensibles, muchos de ellos en la soledad más atroz, aunque la gente de la sanidad ha estado al lado y no solo para administrar medicina. Tantas familias que estos días, que deberían ser tan entrañables para vivirlos en unidad, no podrán celebrar con alegría estas fechas porque además de la falta de algún ser querido han sido las circunstancias las que han ahogado en tristeza tantas pérdidas, y estos días afloran de una manera especial esos sentimientos y faltas. Quizás sea esta la Navidad más íntima, más vivida desde dentro… dejémonos llevar por los sentimientos y emociones, y demos rienda suelta a los impulsos para ver en el Niño-Dios como el que siempre esta ahí, junto a nosotros para acompañaros en los momentos de alegrías y también el en las tristezas.
Después de nueve meses de esta situación embarazosa y nueva, de un estado de tensión y restricciones, que nos va a amargar las navidades, ya amenazan con una tercera ola, la mutación inglesa que está ahí amenazante, dicen que aún más contagiosa, que parece que no hemos avanzado gran cosa, de nuevo incertidumbres, dudas y versiones contradictorias… Qué desasosiego, no levantamos cabeza, es como una plaga.
En medio de tata incertidumbre, yo me he aferrado a mis tradiciones, he vuelto a poner el Belén casero y el árbol, con luces, para mí solo, he engalanado mis balcones para compartir el ambiente navideño con mis vecinos y con los viandantes de esta Plaza de la Villa tan hermosa como solitaria cuando falta el turismo.
Ya he visitado varias veces el Belén Parroquial, en el templo-museo de El Salvador, una iniciativa de los prestigiosos belenistas Fran Ramos e Iván Antonio y la parroquia que, como siempre, nos han dejado una muestra de tradición, sensibilidad y arevalensismo en una preciosa composición llena de escenas clásicas y tradicionales, bíblicas y populares, esa plaza tan arevalense, con la fuente de “los cuatro caños”, el arco del Alcocer, el mercado, el panadero con el Tostón de Arévalo, calles y rincones, montañas, camios y vericuetos con escenas sugerentes, la cascada, Herodes y sus soldados, los Reyes Magos ya acercándose… y la gruta del portal, con el misterio de Belén y los primeros visitantes, esos pastores de la noche. En serio, he revivido mi infancia, mis sentimientos más arraigados del belén familiar… ¡Ha! y esa casa con el Cronista en su balcón y mi último libro en la mano, un homenaje de amigos que me ha emocionado también… cómo gusta a la gente. Gracias por vuestro gesto.
FUENTE: EL CRONISTA