POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO ( ÁVILA).
Siempre es recurrente hablar o escribir de esos títulos que honran el escudo de la ciudad de Arévalo, esos “muis” que suenan a redundancia y pomposidad, pero que están ahí cual aureola rodeando y envolviendo el escudo de la ciudad y que son el fruto de una intensa historia varias veces centenaria. Los títulos antiguos y el más moderno, que todos forman parte de ese todo, dicen así: “Muy Noble, Muy Leal, Muy Ilustre y Muy Humanitaria”. No deja de ser algo recurrente, como ese otro dicho de “la ciudad de los cinco linajes”, no sé si por ser muchos o por ser raros, pero lo cierto es que toda villa y ciudad con historia y cierta notoriedad tienen sus linajes, esas familias de apellidos de nobleza, más o menos rimbombantes, que muchas veces tienen su origen en aquellos guerreros que ayudaron en la reconquista y el rey les premia con tierras, haciendas y títulos nobiliarios.
El escudo de esta nuestra ciudad es precioso y lleno de simbologías de raigambre con sonoros ecos de la historia, un caballero que sale veloz de un castillo, la fortaleza de la propia villa, para ayudar a su rey siempre que lo demandaba. No me digan que aquella aventura medieval no era una gesta para aquellas gentes. Luego al paso de los siglos se le fue adornando con esos otros títulos complementarios que van en la misma línea.
Ahora estamos a punto de comenzar algunos actos para recordar y conmemorar unos acontecimientos históricos, las Comunidades de Castilla. La entonces villa de Arévalo, que antes tuvo su propia aventura histórica, un levantamiento contra el emperador, porque tras aquella aventura militar, tomó partido por la causa real y no fue villa comunera. Una situación que también forma parte de esa historia que ahora se celebra. Cuando se empezaron a planear algunos actos para esta conmemoración, recordé aquellas actas municipales del Concejo de Arévalo, cuando a principios del s. XVI se celebran muchos “concejos abiertos” en los atrios de algunas iglesias, Santa María, San Martín y otras, porque las circunstancias por las que la villa estaba pasando requerían consultas, comunicaciones y acuerdos populares. Nada menos que enfrentarse con el nuevo Rey Carlos, que estaba lejos, pero que disponía sin atender los consejos de sus asesores de aquí, los que conocían mejor la situación. Arévalo se negó a pasar al señorío de la reina Germana de Foix, la segunda mujer de Fernando el Católico, porque sus privilegios, varias veces confirmados, impedían entregar esta Villa y su Tierra en señorío, ni aún por el propio rey. Y así, con un gran personaje a la cabeza, Juan Velázquez de Cuéllar, gran figura de nuestra historia, tan importante como desconocida, de la que hablaremos más detenidamente en otro momento, la villa, con varias ayudas, se levantó contra en emperador durante unos meses, de noviembre de 1516 a abril de 1517. Una guerra perdida que marcó un antes y un después en el devenir histórico de Arévalo.
Y entonces se comenzó a encabezar las actas del Concejo de la Villa con esos títulos de Noble y Leal. Incluso se aprecia una redundancia por si parecía poco importante el título en sí, que no deja de ser una cosa muy curiosa.
En fechas inmediatamente posteriores encontramos esta redundancia que no deja de ser elocuente y llamativa.
Así en el encabezamiento del Acta del Concejo del 1 de diciembre de 1520, tenemos: “En la noble e leal villa de Arévalo…”.
El 15 de febrero de 1521: “En la Noble e muy Leal Villa de Arévalo…”.
El 9 de agosto de 1521: “En la Noble y muy más Leal Villa de Arévalo…”.
O el 17 de septiembre de 1521, quedan más fijados los muy: “En la muy noble e muy Leal Villa dicha de Arévalo…”. El de Ilustre se añade después y el de Humanitaria, el más moderno, es el concedido el año 1945, como consecuencia del descarrilamiento de trenes y la Gran Cruz de Beneficencia. No me digan que no es una historia bonita…
FUENTE: CRONISTA