POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA).
Pues sí, muy triste… quién iba a decir hace un año en que ya no pudimos celebrar como es tradición nuestra Semana de Pasión, que ya fue una situación muy especial, muy rara, que nadie podía pensar en vivir algo semejante. Pero llegó la pandemia esta que nos está mellando poco a poco a quienes no les afecta mucho de golpe, porque de todo hay. Pero más aún ahora, tras de un año muy difícil y lleno de nefastas aventuras en lucha contra este bicho que nos atosiga y agobia sin cesar, sin dejarnos un momento de tregua, que, cuando parece que se va retirando, e incluso nos aconsejan las autoridades que retomemos poco a poco el pulso de la “nueva normalidad”, resulta que vuelve amenazante, segunda ola, tercera, cuarta… que ahora la han denominado “olita” manda narices con el eufemismo ambiguo y ridículo, tanto de algunas denominaciones como de otras, que para el caso es lo mismo.
Así es como de nuevo esta Semana Santa estamos casi en las mismas, un poco menos encerrados, pero para el caso, lo mismo. Otro año que no podremos celebrar los actos y procesiones de esta celebración cristiana, esas procesiones tan tradicionales, en unos sitios más vistosas que en otros, pero todas con el sentimiento y el corazón cofrade que llena de emociones las celebraciones, o la falta de ellas.
Estos últimos fines de semana, y en especial estos días que llevamos de la Semana Santa, estamos teniendo poca afluencia y la que nos llega es de nuestra Comunidad autónoma, de Salamanca, Burgos, Valladolid, Palencia, principalmente, como nos muestran las estadísticas de la oficina de turismo, y también de la exposición abierta el pasado sábado. Todos son bienvenidos a esta ciudad, pero ya sabemos que, si Madrid no está, nos falta el grueso del público que nos llega de turismo. Somos como un barrio de la gran urbe, ya decíamos con cierta guasa “Madrid, barrio abulense”, tenemos mucha dependencia y estamos en la zona de influencia, para las influencias negativas, pero también para las más positivas, y principalmente para los veneficios económicos de tanta gente que llega al turismo cultural y principalmente al gastronómico, que aquí es un puntal muy importante de esos atractivos turísticos.
Este año, ante la imposibilidad impuesta por las circunstancias de pandemia, y como está sucediendo en muchos otros lugares, se acordó que, a falta de desfiles procesionales, de realizaría una exposición sobre la Semana Santa arevalense, como se ha publicado en las páginas de este Diario, una muestra del arte y la religiosidad popular que a falta de salir a nuestras calles, nuestra imaginería que está expuesta a la admiración del visitante en el templo-museo de El Salvador, y que está siendo bastante visitada, dentro de las limitaciones de movilidad, por bastante público. Una muestra que recoge el aspecto externo y visual de nuestras celebraciones, y también el otro aspecto, el espiritual de ellas. Los cofrades de la Santa Vera Cruz por turnos están ahí, como anfitriones para recibir a quienes nos visiten.
Y, por cierto, esta misma mañana han sido retiradas las barandas que no hace tanto fueron instaladas en el amplio “Mirador del Adaja”, dejando al entorno sin ser mirador, que habían sido tan criticadas y yo mismo desde estas líneas de mi Torre Mudéjar también me sumé a ellas. Pare ser que por la descoordinación de ciertos estamentos municipales se instalaron esas feas e inútiles barandas, un caso que todo el mundo vio mal y que por fin, con su retirada se ha devuelto el mirador a su estado primigenio, y con ello, las aguas a su cauce… ¿será igual en otros casos?
También estos días ha sido retirada la bola escamada de la Fuerte de los Cuatro Caños de la Plaza de la Villa, con el fin de instalar y renovar los mecanismos para devolver a esta histórica fuente el agua del que desde hace años carecía. Otro acto para congratularse, que las fuentes tengan agua, al menos por cuestión decorativa…
FOTO : CRONISTA