POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA).
Tengo que reconocer que el tiempo climatológico es ahora tan común, tan del día a día, casi del momento a momento, y se debe a que, con los medios electrónicos actuales −quien lo iba a pensar no hace tanto tiempo del reloj−, ahora estamos continuamente informados de los avatares climatológicos, de los grados de temperatura, cambiantes, de las lluvias y su intensidad, de las borrascas, algunas con nombre propio. Pero, es que acaso antes no poníamos una especial atención al “hombre del tiempo”, y más concretamente al más conocido, Mariano Medina, el de nuestra TV en blanco y negro y muchos años más… pues sí. También estamos bombardeados con el cambio climático, esa amenaza que a veces nos quita el sueño. Pero cuando viene una ola de calor, parecería que unca lo ha habido ates, o al contrario, las olas de frío parece únicas e irrepetibles… o es que ya no nos acordamos de aquellos inviernos.
Quién iba a pensar que apenas hace una semana estaba paseando plácidamente por la playa de La Lanzada, en una tarde deliciosa con un atardecer espléndido, espectacular, y entre tanto una pareja de recién casados paseaba por aquellas arenas sin cuidado por la cola del vestido nupcial, entrando en el mar junto a las suaves olas, haciendo posados para el fotógrafo oficial. Parece ser que allí esa es ahora la moda de los reportajes fotográficos. ¡Qué pena de vestido!
Mientras tanto mis amigos de Villagarcía y yo disfrutábamos de las aventuras de un erizo que estaba distraído en su deambular por aquellas dunas y se acercaba peligrosamente a la carretera, por lo que una señora, con unas grandes hojas cogió al animalito para reencaminarlo en la dirección más silvestre. Parecía un ejemplar joven, yo los he visto mayores, en nuestro paseo fluvial, o acaso fuera una variedad más marítima de esas proporciones. Se hizo la bola de púas, pero al momento, al no ser molestado, recobró su fisonomía característica, con sus patitas casi escondidas entre sus defensas y esa cabecita con morro prominente que parecía un roedor, y siguió su aventura hasta que le perdimos de vista entre aquella rala vegetación.
Pero las fechas del calendario son implacables, y poco antes o poco después está ahí el tiempo de cada estación. Las noches ya eran algo frescas, y de repente, aunque estaba bien anunciado, dio el cambio radical y el termómetro pegó una gran bajada. Y así saltaron las alarmas, que si amarilla, o naranja, o roja. Claro está, que también se suelen “curar en salud”. Si no avisan, mal, porque a la gente le pilla e el sitio menos esperado. Si avisan, se enfada la hostelería y el sector del turismo, porque disuade a los visitantes y vacía establecimientos y la caja… Y es que, a estas aturas ya hemos vivido de todo.
Así, con esa amenaza de temporal, ¡qué raro, no recuerdo haber oído su nombre!, o acaso es que ya no pone uno mucha atención, porque por estas fechas, y aún antes, lo raro es que no venga esa ola de frío polar, vamos, una borrasca del norte, como corresponde a esta estación, porque, aunque aún no ha llegado el invierno, bien sabemos por estas tierras de tras “La Santa” invierno es.
Y llego la primera nevada, tras unas intensas lluvias, que le costó cuajar en húmedo, y así fue como sin dar importancia a los pronósticos, salí de paseo la tarde del lunes y regresé de vuelta a casa, con una lluvia tan fina que parecía “niebla meona”. Había templado… pero la nieve tardó en aparecer. Así, bien entrada la noche, me asomé al balcón y la preciosa y dorada Plaza de la Villa empezaba a tener un suave manto blanco. ¡Ya está aquí la nieve anunciada! Pero en esta altura de los 800 metros y poco más, los copos no terminaban de cuajar una gran nevada, como las de estos dos últimos años. Casi al amanecer aquel manto ya era casi inexistente en el suelo, y algo más notable en los tejados y e el campo por la loma.
Pero por la mañana, ¡sorpresa! Buenos puñados de sal estaban esparcidos por las aceras, mientras el deshielo era abundante y manifiesto. No quiero ser irónico, pero pensé: ¡Qué van a dejar para cuando nieve bien!
También pensé… “antes de conantes”.
Pues toda esa sal se distribuirá por todas las aguas y ríos. Mucha sal…
FUENTE: CRONISTA