POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
En San Martín Obispo, Espacio Cultural, se acaba de abrir la gran exposición, “Sustancia – Sustancias”, dentro del proyecto “Abierto por obras” del museo Collegium.
Cuando escribo estas líneas, un buen grupo de gentes, llegaban en varios buses y eran recibidas en las inmediaciones de la calle de San Ignacio de Loyola, la ubicación de Collegium. Gentes vinculadas al arte contemporáneo y a la feria Arco de Madrid, llegados a nuestra ciudad a la exposición que comienza un ciclo en ese templo de la cultura en que se ha convertido San Martín Obispo. Apenas un día antes he tenido la ocasión de visitar esa magnífica exposición en las palabras de su curador o comisario Patrik Charpenel y de Javier Lumbreras, la cabeza visible de Adrastus. La simbiosis entre la oportunidad de ver la colección completa de los 80 grabados de “Los Caprichos” de Goya y de una atractiva e importante producción cultural de los siglos XX y XXI. Un pase para los medios.
Quiero recordar en una pincelada histórica esta magnífica iglesia, de origen románico y con dos impresionantes torres mudéjares que se elevó pronto en aquel ensanche primitivo de repoblación, el ensanche sur, Arévalo siempre hacia el sur, para evitar esas profundas cárcavas de sus ríos. Una importante parroquia, una de las once existentes en aquella villa medieval, en la que se celebraban aquellos ritos de los “llantos y alegrías”, los lutos y los regocijos en los que aquella antigua villa celebraba la muerte de un rey castellano y la proclamación del nuevo rey al grito de ¡El Rey ha muerto, viva el Rey!
Una arquitectura románica y mudéjar que con el cambio de los tiempos se fue revistiendo a lo barroco. Recuerden esta metáfora, porque en la actual vivencia de arte es una alegoría artística de mucho calado y simbolismo. Y así, en aquel lejano momento, cuando la historia nos iba orillando del protagonismo histórico, ese atrio o pórtico sur, que era lugar de reuniones concejiles, fue testigo de aquellos concejos abiertos que eran convocados abiertos y públicos, para la asistencia de los vecinos en consultas y en momentos de temas importantes.
Con ese trasiego poblacional, siempre al sur, y a lo largo de los siglos, esta importante parroquia se fue orillando del centro vital de la población para convertirse en un lugar de culto alejándose del pálpito de la villa, y quedó anclada como la misma plaza medieval en la que está, de forma que rebajó sus ambiciones en parroquia de barrio. Eso sí, de un barrio simbólico y emblemático de aquel Arévalo medieval, una arquitectura y una fisonomía anclada en la historia. Y en el tránsito del XX, en 1911 por motivo de un denominado “arreglo parroquial”, cerró en sus funciones como templo parroquial católico, encaminándose al abandono y deterioro. Aún poco después de la guerra, sirvió de almacén de granos, una utilidad residual pero socialmente valiosa, tras una restauración que le salvó su existencia. Y fue con el inicio del s. XXI cuando otra gran intervención, de la Fundación de Patrimonio de Castilla y León, con profundo estudio arqueológico y arquitectónico, la devolvió a sus mejores tiempos. Aún recuerdo todos aquellos estudios de sus muros con costurones del tiempo, del subsuelo arqueológico que nos recompuso su historia y muchas fechas de sus cambios estructurales y decorativos, de la planta circular de su primitivo ábside románico que está bajo la gran cúpula barroca
Y se convirtió en un centro cultural de primera línea, con la magnífica gestión de la Obra Social y Cultural de Caja Ávila. Fue el lugar de grandes acontecimientos culturales, exposiciones, conciertos, actos sociales y culturales, en definitiva, se convirtió en el corazón cultural de la ciudad.
Por eso hoy es el centro de la ciudad monumental. Y un centro extraordinario para acoger los inicios de este último proyecto para el entorno monumental de esta ciudad castellana, el lugar donde fluirá el arte contemporáneo durante las obras de ese gran proyecto de Collegium. Una primera exposición mostrando los detalles del gran proyecto, el paréntesis de la pandemia y ahora el primera de esta nueva etapa.
Una historia apasionante con un gran futuro por delante.
FUENTE: RIDARDO GUERRA SANCHO.