POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Hace apenas un mes unos amigos visitábamos al amigo común Nino, la eterna voz de Arenas que cualquier parte o foro donde el vital Nino estuviera para contar las cosas de su Arenas, o de Ávila toda. Era una visita largamente esperada por diversas circunstancias que hicieron dilatar la espera del encuentro.
Hace ya muchos años, cuando ambos colaborábamos en una nueva aventura editorial, un diario con pretensiones de ser regional, allá, cuando se iniciaba la transición de la preautonomía de Castilla y León, coincidimos Nino y yo en aquel proyecto que me resultaba apasionante por mis inquietudes culturales. Pero habría de pasar mucho tiempo para que nos conociéramos personalmente, nuestra amistad era de leídas, mutuas, pero desde la distancia y con los puertos de la Sierra de Gredos entre medias… Incluso en una ocasión quedamos en Arenas, pero no nos vimos… claro no había móviles ni esas cosas.
Después sí, y coincidíamos en algunos actos sociales y culturales abulenses, como en los “Abulenses del Año” que nombraba el Hogar de Ávila en Madrid, en diferentes sitios de la hostelería de tradición, como el Hotel Reina Victoria de Madrid, el de los toreros, frente al Teatro Español. Otras veces en algún establecimiento de Ávila capital. Y aquella amistad “de leídas” cuajó por nuestros naturales y comunes caracteres e inquietudes.
También años después coincidiríamos con nuestras columnas habituales: La esquina de los jabalíes y Desde mi torre mudéjar. Las dos principales ciudades de la provincia, hermanadas a través de colaboraciones periodísticas, que no es mala base para afianzarse. Si algo nos caracteriza y une a los dos Cronistas, es el amor por nuestras ciudades, hermanadas a través de la crónica, la dedicación a sus cosas con entera disposición, a mantener posturas firmes a favor de sus cosas en trances discutibles y a veces difíciles, a sentirnos orgullosos de ellas, por encima de todo… todo eso une mucho, aún en la distancia.
Recuerdo desde diversos puntos de vista el año 2003 en que me nombraron cronista Oficial de mi ciudad. Prácticamente al mismo tiempo él lo iba a ser de Arenas, pero diversas circunstancias no lo propiciaron, y siempre quedó ahí esa espinita, esa asignatura pendiente. Hubiera sido hermoso haber continuado en caminos paralelos… desde entonces. Y ha tenido que pasar bastante tiempo más, incluida la dichosa pandemia que todo lo ha separado como un antes y un después, con ese vacío atroz e insalvable.
Los trabajos, las jubilaciones, los quehaceres diversos y la larga distancia, no nos permitieron que fuéramos más asiduos, pero bien guardábamos los rescoldos en nuestros fueros internos, porque la amistad siguió, con mucho respeto y admiración, creo que mutuos.
Y así fue cómo hace apenas poco más de un mes, fuimos de visita tres amigos relacionados con este periódico, para ver al amigo. Y así quedó reflejada esa visita en otra columna. Ya entonces algo nos insinuó, que pronto nos volveríamos a ver, en este acto que ahora me ocupa. Un candor algo juvenil y una chispa en sus ojos delataba la satisfacción por la propuesta de su nombramiento. ¡El primer Cronista de Arenas! Casi nada… Era como una meta alcanzada, aunque fuera con tantos años de retraso.
Y así, todo orgulloso por mi parte, Francisco y yo nos dirigimos de nuevo hacia Arenas, ahora de “tiros largos” porque el acontecimiento lo merecía. Un viaje a través de los puertos de la sierra de Gredos, con tiempo para recordar tantos momentos y tantas anécdotas con Nino, de hacer una parada en el Santuario de San Pedro de Alcántara y su jubileo, y llegar con tiempo a la cita.
Esa subida empinada hacia el Palacio de la Mosquera, también conocido como del infante Luis de Borbón, un gran espacio en lo alto de aquella ciudad, con preciosas vistas a la ciudad que por la noche se tornan majestuosas. Y un palacio que se ha recuperado y convertido en un gran espacio para la cultura.
El salón Goya estaba radiante y repleto de un público incondicional, familiares, representantes del mundo social y cultural arénense y amigos, como nosotros, que no quisimos perdernos aquel acontecimiento. Y tras leídos los motivos, la proposición y la votación unánime, nuestro Nino ya era el flamante Cronista Oficial de la Ciudad de Arenas de San Pedro.
Muchas emociones afloraron esa tarde-noche, en el nombrado y en los asistentes.
Yo además de mi amistad, llevaba el mandado de nuestro presidente de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales, Juan Alonso Resal, de saludar efusivamente al nuevo Cronista. Y así se hizo.
Amigo y compañero, bienvenido al mundo de la crónica, aunque no te costará trabajo, que tablas tienes un rato… Amigo, un abrazo fraterno.
FUENTE: RICARDO GUERRA SANCHO