POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
He vuelto recientemente a San Millán de la Cogolla, un antiquísimo monasterio que son dos, Suso, el de arriba y Yuso, el de abajo, que yo siempre me hago un poco de lío… y que son uno mismo con su vida histórica compartida, lo antiguo, y mucho, desde el monacato rupestre, situado ahí arriba en aquellos montes cuajados de bosques, y lo siguiente, abajo, también antiguo, renacentista y barroco, hasta la desamortización, como siempre, hablando de estas cosas del patrimonio religioso y monacal…
Había ya pasado varias veces por estas tierras y conocía el monasterio de Yuso, pero Suso, el de arriba, siempre lo encontré cerrado o en obras de restauración. Ahora es otra cosa, el centro de recepción, con ese bus lanzadera que te sube por aquellos riscos elevándose sobre el valle de San Millán, al pie del monte San Lorenzo, hasta llegar a aquel repecho donde nos dejan para encaminarnos a aquellas venerables construcciones del prerrománico, románico y mozárabe, añadidas a las primitivas cuevas eremitas.
Años después estuvimos con la Coral La Moraña, cuando actuamos en Nájera, y de nuevo quedó pendiente Suso, o el de arriba, porque seguía en tal situación. Eso sí, volver a ver el de Yuso, o de abajo, fue recordar y rememorar la historia eclesial de aquel lugar. Y la otra historia, la de su arquitectura, con excavaciones en la iglesia que estaban desvelando algunos de sus secretos. Y aquellas reproducciones facsímil de los beatos, la gran riqueza de aquel antiguo escritorio del que aún se conservan algunas decenas de códices. El Códice Emilianense, el máximo exponente de aquel cenobio. El más importante para conocer el origen de nuestra lengua, datado en el año 992 y con aquellas anotaciones marginales con palabras en romance, el inicio del castellano, y también alguna anotación en eusquera. Yo recordé lo que estudiamos en bachillerato, pero con el calor de la experiencia y sabiendo que esos eran los orígenes de nuestra lengua, aquello cobraba un especial valor y as ganas de descubrir alguna de aquellas palabras en romance anotadas junto al texto latín.
Fue entonces cuando me propuse que tenía que volver a ver aquello, a disfrutarlo y valorarlo, ahora más que nunca…
El regreso fue un día desapacible de lluvias y tormentas, pero que aun así fue radiante de historia, de arte y emociones culturales… fíjense, abajo, un gran monasterio renacentista y barroco, una iglesia enorme y las reproducciones facsímiles de las famosas Glosas Emilianenses, textos de temas religiosos en esos códices ilustrados, de aquellos eremitas antiguos que se pasaban la vida entre oraciones y la copia de textos, una de las riquezas de aquellos primitivos monasterios.
Si los códices, que son un testimonio importantísimo de nuestra cultura medieval, son de por sí motivo suficiente para cualquier visita a un lugar recóndito, es aún más cuando en esos libros magníficos se encuentras los primeros textos en castellano, un latín vulgar que era el inicio milenario de nuestra lengua. Como una curiosidad interesante, también hay palabras en eusquera… esas notas marginales, lo que denominamos glosas, con las primeras palabras derivadas del latín vulgar, el romance, el inicio de nuestra lengua…
Las emociones y sensaciones afloran a nuestra piel en forma de escalofrío y de “carne de gallina” por la sensación de estar presenciando un momento de tal importancia para nuestra cultura.
Una lengua con 591 millones de hablantes en toda la tierra, en España y sobre todo en Hispanoamérica, además de otras partes donde esta emergente… ¡y que haya gente que desprecie este tesoro de unión cultural…!
Tas una corta espera, lo justo para tomar un cafetito que entonó el cuerpo, nos suben con el bus lanzadera escalando laderas de aquellas montañas boscosas. Y allí aparece, de pronto aquel conjunto de construcciones sucesivas a partir de la cueva eremitorio. Muchos detalles de esa primitiva arquitectura nos recordaban las palabras de la guía, que iba desgranando datos, unos históricos, otros del arte vario allí acumulado, arquitecturas arcaicas llenas de matices y significados, produciendo sensaciones y emociones por estar en un lugar tan destacado en la historia de nuestra lengua, sus orígenes y su historia.
Y aquellos sepulcros, los de los Infantes de Lara, reinas de Navarra, el de Nuño. El del Oratorio de San Millán con su cenotafio, todo acogido por espacios rupestres del s. VI, arquitecturas visigodas, prerrománico del s. X o románico del s. XI…
Toda una experiencia largamente acariciada.
FUENTE: RICARDO GUERRA SANCHO