POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA).
Ahí está, inminente ya, la II Muestra de Dulzaina y Tamboril ‘Ciudad de Arévalo’, ya lo verán en estas páginas, como un gran acto cultural, como lo son nuestras músicas y nuestras danzas, afortunadamente hoy más vivas que nunca en nuestra ciudad. Unas raíces recuperadas de los atropellos del tiempo y también de la desidia, que de todo hubo.
Para mí es un honor, me han invitado a presentar este acto de exaltación a nuestra música, bien saben lo que me gusta, que me colma adentrarme en ese mundo del folclore castellano. Y no podría ser de otro modo, he aceptado esa invitación. Ya lo hice la primera edición, que resultó muy bien. Luego ha llegado el bache y el vacío de la maldita pandemia que tantas cosas se ha llevado, y de nuevo, con el mismo afán de permanencia, los amigos dulzaineros de Armusinme han vuelto a organizar esta segunda edición.
Hace ya bastantes años tuve mi época folclórica en la que investigué trajes tradicionales de este rincón de Castilla, con alguna fortuna. Pero también conocí al maestro de dulzaineros, Agapito Marazuela a través de otro amigo, Manuel González Herrero, que escribió una biografía del maestro. Cómo quedó entonces anunciar al maestro, que le trajimos a dos semanas culturales de primavera, cuando aún estaba casi proscrito. Pero la música es la música, sin más aditivos. También entonces conocí, por personas que lo habían vivido, cuando Marazuela venía a Arévalo a dar conciertos de guitarra, era un músico total.
Pero la faceta más conocida y la que le ha perpetuado en la historia de la cultura musical castellana fue el famoso Cancionero de Castilla, en el que recogió un buen ramillete de canciones y músicas de nuestra zona. Si no, todo se habrían perdido.
Es lo que tiene esta centralidad, el estar en una encrucijada de caminos y calzadas, que para bien o para mal, se recogen todos los vientos, todas las influencias, las de tantas gentes que por aquí han pasado. Esto es como una esponja, y no siempre aceptando todo lo bueno de esas influencias, que a veces aceptamos cualquier cosa foránea. Por eso ha sido tan difícil conservar cosas y tradiciones ancestrales, además con una población muy fluctuante y permanentemente con influjos de una gran población flotante.
Luego participé en un grupo de amigos inquietos por estas mismas cosas y compramos dulzainas, unas cuantas, y otros tantos amigos iniciamos un aprendizaje que sí dio sus frutos, aunque yo fui incapaz de soplar con sonidos nítidos, y mi gozo se quedó en pura teoría. Pero yo, al oír esas músicas me corría una culebrilla por el cuerpo, y se me iban los pies para danzar una jota…
Y el tiempo de mi peña, ‘Los Cencerros’, cuando llegamos a tener cerca de un centenar y medio de chavales hasta 14 años. Único requisito para entrar, ya que dependía de mí, aprender a bailar y cantar jotas de las nuestras, a veces con letrillas ocurrentes y del momento que componía Mariano Gil, de grata memoria. También dio sus frutos, muchos maduritos de ahora sacan a relucir aquellos sones y pasos de baile que aprendimos en la peña. ¡Qué tiempos aquellos!
Hace unos días se pudo ver en Villanueva del Aceral a Joaquín González-Herrero el último alumno de Agapito, que tomó su testigo, en la música y en la cultura musical. Él veía a Arévalo con el maestro, cuando era un chaval. Espero que un día se pase por aquí, porque es un gran atractivo para nuestra cultura.
Bueno amigos lectores, con estos antecedentes espero que comprendan mis afirmaciones de antes, cuando decía que me gusta lo nuestro, y que es un honor poder presentar esta muestra, que contará con un recuerdo especial a nuestros redoblantes Modesto Jiménez y Robustiano Antonio, virtuosos que creyeron en nuestra música y que recientemente nos han dejado.
Un honor acompañar a mis amigos los dulzaineros de Armusinme y a los que nos honrarán con su visita, un ramillete nutrido de gentes virtuosas de nuestra música por excelencia, que vienen a ofrecernos lo mejor de ellos mismos. Estoy seguro que serán recibidos por muchos amantes de nuestras dulzainas y tamboriles.