POR RICARDO GUERRA SANCHO CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE ARÉVALO (ÁVILA)

Y así, casi sin darnos cuenta, llegó la columna número 600. Amigos lectores, en anteriores números redondos he plasmado muchas emociones surgidas al amparo de estas líneas semanales, entrañables, con algún periodo fuerte en que las deje por imperativo… casi siempre emocional. Algunas veces por unas vacaciones que en realidad no eran necesarias, esto no es un tema laboral… Soy Cronista, pero eso no es una profesión, es un compromiso con mi ciudad y mis gentes.

A veces he comparado, ¡que osado soy! Estas columnas de papel con las torres mudéjares de mi ciudad, esas reliquias de nuestra historia altivas y desafiantes que surgen de esta meseta castellana hacia el cielo tantas veces azul intenso.

O esas columnas, torres mudéjares que representan esas construcciones características de nuestra arquitectura más castiza, esa arquitectura que nace del mestizaje y de las influencias orientales para vestir edificios de arquitectura europea… eso dicen los tratadistas más reputados de nuestra historia del arte, aunque no todos están de acuerdo. Una definición, “el mudéjar”, que no resulta tan fácil de definir con estricta claridad, porque tiene mucho de esas influencias que pasaron por aquí dejándonos matices.

En realidad, no quería yo que esta columna de número tan redondo fuera una especia de inventario de tantas y tantas semanas colaborando en las páginas de este nuestro Diario, una ventana fresca en mis vivencias de Cronista, que por ello me invitaron a sumarme a los columnistas más o menos habituales y famosos de este Diario.

Y qué decirles del título… miren, hace años, cuando en esta mi ciudad se abrió una oficina delegación de esta redacción, éramos varias las personas colaboradoras en torno a los profesionales que pasaron por aquí dejando algo de sus esencias. Fue un ambiente de amistad y camaradería.

Pues estaba el joven Fernando que acababa de terminar la carrera y aquí comenzó a fraguar su carrera, e inició una columna periódica que tituló “Torre de los Ajedreces”, título precioso y muy arevalense. Unas cuantas vieron la luz. Y al dejar estas páginas, con amistad, lo sé, me prestaba esa cabecera que me gustaba tanto. Pero yo no creía conveniente usurpar, aunque fuera con autorización, porque quizás algún día el verdadero dueño decidiera continuarla.

Al mismo tiempo era una denominación muy atractiva y definitoria de nuestros temas locales. Qué se yo, si incluso no le ayudé a elegirla, ¡ya no me acuerdo! pero el caso es que sin apartarme mucho decidí este otro nombre “Desde mi torre Mudéjar” que también tenía resonancias locales, se identificaba con nuestro estilo arquitectónico más característico, el Mudéjar, con nuestras torres, esas realidades tan definitorias de esta ciudad mudéjar, y a todos nos pareció bien. Así comenzó una andadura que estimaba en una docena o dos… pero estas líneas semanales se hicieron consustanciales a este Cronista, escritos que tenían mucho de mi ciudad, y también de mí mismo. A veces críticos, a veces nostálgicos, con acuerdo y a veces discrepantes. Algunas denuncias de temas de esta ciudad tan vapuleada en su patrimonio, a veces distante de sus raíces, indiferente a lo nuestro…

No sabría decir en qué temas me he encontrado más a gusto, o me he identificado más… ¡Qué se yo! Pero sí quiero decir rotundamente que estas líneas tienen mucha verdad, se han escrito muchas veces con el corazón, y no siempre han sido vistas en su lado constructivo.

Ya ves Sr. Director, cuando no hace tanto hablamos de este número, me diste buenas pistas para escribir una bella columna, una síntesis de mis columnas, un canto al mudéjar de mi ciudad, a sus torres y a sus tantas cosas… pero ya ves, una vez más se me acabó el papel sin llegar a entrar en materia… aunque me cueste arrancar.

De algo sí estoy seguro, que amo a mi ciudad y sus cosas, amo a sus torres mudéjares, aunque a veces nos duelan en lo más profundo sus heridas desgarradoras… No tengo remedio. Y cada vez más nostálgico. Será el tiempo…..el tiempo acumulado!!!