POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ÁREVALO (ÁVILA).
Hoy vuelvo a Gredos, al otro lado de la sierra, y en esta ocasión, aunque fue una aventura anterior en el tiempo, no lo es menos en afectividad y emociones personales.
Desde hace muchos años tengo una debilidad especial hacia esta preciosa población de la vertiente sur de Gredos, esa zona del valle del Tiétar, recostada en la vertiente sur de las montañas, y que es tan distinta a nuestra zona del norte de la provincia, las tierras llanas de pan llevar. Por algo la llaman “La Andalucía de Ávila” porque, aunque suene a tópico, su clima es una realidad tangible y distinta a nuestros inviernos de rigores, y por tanto su vegetación es también distinta y exuberante.
Verán amigos lectores, hace ya años llegó a nuestra ciudad de Arévalo Susi, una joven de Piedralaves a trabajar a la Caja. Y pronto, por vecindad y por simpatía, entablamos amistad. También poco después se emparejó con Paco, un buen amigo. Qué recuerdos, la noche de despedida de soltero, y la boda… Y así durante algunos años, las visitas a esa bella población fueron frecuentes, disfrutamos del verano, de la naturaleza de privilegio, de la Nieta, la Bodeguilla y tantos lugares agradables. También de sus fiestas de San Roque, y de esa tan recordada “Ronda del Cántaro” entonces aún con “Bailares” el inigualable personaje de la música tradicional de aquella zona. Una ronda como debe ser, rondando a las jóvenes en esas calurosas noches de agosto. Y el programa de TVE que llevó a esta agrupación de músicas tan particulares y arcaicas.
Luego con el tiempo, nos fuimos acomodando a cada momento y cada circunstancia, pero siempre recordábamos aquellos recuerdos tan entrañables. Mis amigos y sus hijos seguimos aquella amistad entrañable, que a veces recordamos.
Ahora, recientemente, otro amigo, Juan Luis, que está allí de médico, nos sugirió la idea de hacer una escapada para recordar y disfrutar de todo aquello. Pues dicho y hecho. Salimos un día caluroso de este verano, con una primera parada para ver de nuevo los Toros de Guisando, entorno histórico e isabelino que está ahí para señalar un hito de nuestra historia con nuestra Isabel como protagonista. Un lugar adecentado y muy visitado. Yo recuerdo la primera vez que los pude ver, que salté los muros, porque entonces no estaban abiertos al turismo. Y las fotos de rigor. ¡Hay que guardar un recuerdo de este día tan agradable!
Llegamos a Piedralaves y sin bajar del coche, subimos a La Nieta, esas piscinas naturales en su garganta Nuño Cojo, con sus aguas siempre fresquitas, con su entorno que estaba en obras, hasta subir a un enclave precioso y rebosante de naturaleza, la presa del Horcajo/Piedralaves, paisajes alpinos e importante reserva de agua. Al bajar una parada, porque ya teníamos ganas de alternar en sus bares típicos que, en cierto modo, me resultaban familiares, después de tanto tiempo…
Y otra visita a la iglesia, allí, junto a la plaza recoleta y la torre del reloj, que nos abrió la señora Tere, vecina y vigilante. Recordaba bastante bien la iglesia, de la boda de Susi y alguna visita más, pero algo más confusos tenía en la mente los dos retablos arevalenses, dos pequeñas joyas barrocas que estoy investigando para Amable, otro amigo de allí. Otra curiosa historia que algún día les contaré.
Y esa abundante y muy buena comida. No faltó la cabezada en el antiguo estanco a la fresca… y aquellas picotas gigantes y riquísimas que nos ofreció Juan Luis. Y otra parada a los quesos, y otra técnica en un sitio precioso, una copa los que no conducían… y el regreso. Poco después llegaría el terrible incendio y algunos de los paisajes de la Paramera, fueron pasto del fuego.
Una visita superagradable que repetiremos, para poder saludar personalmente a la alcaldesa Mª Victoria, que ese día no estaba, y decirla personalmente lo bella que es Piedralaves, que la cuida y se nota.
FUENTE: CRONISTA