POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONSITA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
(Artículo en Crónicas de un Pueblo). Transcurrían los primeros días del mes de marzo de 1924, el diario badajocense ‘Correo de la Mañana’ recogía en sus páginas una carta que el cura párroco de Torremayor, Diego Bautista Guzmán, natural de Montijo, dirigía al Diputado Provincial José López Prudencio. Transcribo el texto que el diario titulaba: “Desde Torremayor. Los pueblos se preocupan de sus intereses. Una carta”: “Señor López Prudencio: Si la excelentísima Diputación provincial, de la cual es usted miembro, dispone ir alguna comisión a Madrid, como ha hecho Cáceres, que sea también lo de este pueblo admitido en dichas gestiones. Dispénseme las molestias y si le parece bien darle publicación en ese diario a citadas solicitudes, puede hacerlo. Este pueblo, además del cultivo de cereales y ganadería -las tierras entonces no eran de regadío-, tiene una fábrica de cal que emplea para abono y edificación, y teniendo estación o apeadero (ferrocarril) podría exportar un vagón diario de cal, además de los vagones que pudieran venir con leñas para la elaboración de dicha cal. Gracias anticipadas por todo. Suyo afectísimo servidor, Diego Bautista Guzmán, párroco”.
El 19 de febrero de 1924, un mes antes al escrito del párroco, el Ayuntamiento de Torremayor, Juzgado Municipal, Parroquia y la Escuela de niños y niñas, dirigían una petición al rey Alfonso XIII: “A vuestra majestad el Rey de España. Su Majestad: Los que tenemos el honor y honra de llamar ante vuestro Trono, todos vecinos de esta villa de Torremayor, provincia de Badajoz y partido judicial de Mérida, pedimos se nos atienda en tan justa como absoluta necesidad, de la construcción de una estación o apeadero, para que podamos disfrutar de las comodidades y utilidades en nuestros productos del ferrocarril, cuya distancia de esta villa es de un kilómetro o menos y no tener necesidad de ir a buscarlo a Montijo o La Garrovilla, teniendo que soportar los caminos intransitables y las molestias del tiempo, como perder un tanto en las exportaciones con relación a los pueblos que tienen estación, pues en esta misma provincia hay apeaderos en fincas de particulares, y estaciones bastante distantes de los pueblos, habiendo al medio ríos caudalosos que se pasan con una mala barca. Y como precisamente en los momentos actuales se trabaja en la grandeza y reorganización de nuestra bendita, gloriosa y grande nación española, queremos este favor de Su Majestad, a quien tenemos como Padre y Señor”.
Las reivindicaciones del pueblo Torremayor se enviaban también al general Primo de Rivera: “suplican a vuecencia ser atendidos en tan justa como absoluta necesidad, de la construcción de una estación o apeadero, para que puedan disfrutar de las comodidades y utilidades en sus producciones del ferrocarril”. Firmaban la instancia, por el Ayuntamiento: Nicomedes Rubio, José Ramírez, Juan Blanco, Aurelio Fernández, José Coco, Antonio Domínguez, Manuel Muñoz. Secretario Domingo Amante. Alguacil, Fermín Olivar. Guarda de campo, Manuel Fernández. Parroquia: Diego Bautista, párroco; Bartolomé Collado, primer acólito; Diego Segador, segundo acólito. Juzgado municipal: Carmelo Collado, suplente. Cándido Fernández, fiscal. Manuel Pinilla, secretario. José María Jiménez, alguacil, Fermín Olivar. Escuela nacional de niños: Vicente Martínez del Puerto, maestro nacional. Escuela nacional de niñas: Consuelo Justo Luengo, maestra nacional.
El cura párroco de Torremayor, Diego Bautista Guzmán (1872-1937) era hijo de Francisco Bautista Romero (1827-1905) y Juana Guzmán González (1828-1898). Fueron sus hermanos: María Teresa, Alonso, Hermenegildo, fue farmacéutico, Francisco, Isabel y Juan. En el curso 1884-1885 estudiaba primero de Latín y Humanidades en el Seminario. El 21 de abril de 1924, Diego Bautista presidía, en la iglesia de La Garrovilla, la solemne Eucaristía a Ntra. Señora de la Caridad, en el día de su festividad.