POR PEPE MONTESERIN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Que el capitán abandone el barco en un naufragio, o se caiga en la lancha de salvamento mientras permanecen a bordo los pasajeros, está muy mal visto; en tierra, al contrario, cuando las cosas se tuercen, al primero que largamos es al capitán.
Son códigos diferentes. En el ejército, en cambio, no se permite dimitir al soldado, a quien su jefe observa con prismáticos desde la atalaya.
En el frente de Gandesa, en 1938, el médico que atendía a un joven, gravemente herido, comunicó a su jefe, que no era «Modesto», ni Líster, ni Tagüeña: «La pierna del soldado Fernández está gangrenada, hay que amputarla». Al día siguiente, el médico anunció que había que amputarle la otra pierna, y al siguiente, que era necesario amputarle un brazo…
Fue cuando aquel jefe, que no era «Modesto», ni Líster, ni Tagüeña, gritó: «¡Alto! ¡El soldado Fernández se nos fuga poco a poco!».
Fuente: https://www.facebook.com/pepe.monteserincorrales