POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
En las fotos y vídeos de la fiesta de las piraguas, en Ribadesella, en las del Xiringüelu, en Pravia, y otras semejantes, la masa saluda a las cámaras con desesperada alegría, con emoción patológica, impostada o inducida por la muta y la sidra, con las mandíbulas abiertas hasta la epiglotis para estrenar la boca de siete lenguas, para salir a flote y tragarse un aleluya, como si no cupieran en su pellejo, locos de contento, locos de atar, locos de remate, más que si hubieran encontrado trabajo, más que si no los hubieran contratado, más que si los hubieran desterrado a Jauja, al tiempo que enarbolan tridentes, botellas, pértigas para sus autorretratos, para medir ansiosos su carcajada de insatisfacción, su esperanza en una fartura y en un trago. A gritos posan para sí mismos. A uno que olvidó su móvil le pregunté: “¿Qué tal la fiesta?”, y me respondió: “Mal, fue sin fotos”.
Fuente: http://www.lne.es/