POR ALBERTO GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ
Por su condición de plaza fuerte crucial en la divisoria entre España y Portugal, Badajoz es una ciudad estrechamente unida al Ejército. Para muchos, dado su papel a lo largo del tiempo en continuos episodios bélicos y castrenses, la historia de Badajoz es, sobre todo, su historia militar. Desde luego es uno de sus componentes principales. Hablar pues de lo militar, en esta ciudad, es cosa normal, y no hay historiador o cronista que no lo haya hecho.
Las alusiones suelen ser a las murallas e instalaciones defensivas; batallas, cercos, asaltos y otras acciones de guerra; generales, jefes, o unidades que las han ejecutado, y cuestiones semejantes. Esto es, a los aspectos estrictamente bélicos o concernientes a los momentos más críticos de su función como bastión estratégico. Sobre sus fortificaciones, cartografía, memorias o correspondencia de sus figuras más destacadas se han editado en los últimos años, muchos y muy buenos trabajos.
Menos frecuente resulta, sin embargo, aproximarse a las relaciones del ejército con Badajoz desde otras perspectivas. Como las de la integración social y relaciones cotidianas de las guarniciones con la población en las etapas de paz. Realidad, que, sobre todo desde fines del siglo XIX, ofrece interesantes perfiles; pues, superadas las épocas de tensión fronteriza en el marco de un nuevo panorama geopolítico, el fenómeno adquiere otra dimensión.
A partir de entonces, a más de su actividad propia en ejercicios, paradas, desfiles, servicios expedicionarios, procesiones, cubrir carreras, recepciones, misas de campaña, juras de bandera, conciertos de música, y otros, la guarnición sale de los cuarteles y se permeabiliza en otros campos con la población.
Es el momento en que a los estamentos tradicionales de la ciudad –religioso, cultural, agrícola, mercantil, artesanal, funcionarial…- y sus grupos más caracterizados –docentes, intelectuales, sanitarios, terratenientes, profesionales, comerciantes… – se une, como otro muy potente de perfiles muy definidos, el que pronto es conocido como “la guarnición de la plaza”, apelativo bajo el que los militares se unen a la sociedad civil para fundirse con ella como activos partícipes u organizadores directos de todo tipo de actividades, como fiestas, bailes, cenas, verbenas, competiciones deportivas, corridas de toros, conciertos de música y otros muchos. La equitación, esgrima, tenis, fútbol, tiro deportivo, o acrobacia aérea, por ejemplo, son inseparables de los monitores o participantes militares. Los matrimonios de militares con jóvenes locales pasaron a ser cosa corriente. Numerosas familias actuales de arraigo y renombre en la sociedad badajocense tienen su origen en el enlace con un militar hace varias generaciones.
Tertulias, casinos, medios de comunicación, academias de enseñanza, sociedades, instituciones y grupos de todas clases, se ven nutridos de militares, muchos de los cuales descuellan en ellos como facultativos, médicos, escritores, profesores, músicos, arquitectos, ingenieros, escultores, etc. Sirvan de breve muestra los Bonifacio Gil, Almansa, Berzosa, Segura Otaño, Carlos Villa, Curro Franco, Carande, Civillés, Rovira, Castaño, Ger, Valero, Gervas, Cano Bericat, Chorot, Moriano, Silveira, y tantos otros.
Ante las riadas del Guadiana, epidemias, plagas y otras calamidades públicas, la primera y principal ayuda era siempre la del ejército. Y no había acontecimiento de cualquier índole (ferias, mercados, exposiciones, aglomeraciones, obras extraordinarias…) que no contará siempre también con la eficaz colaboración de su organización, medios y efectivos.
El recuerdo de todo ello se refleja en la amplia muestra de nombres, unidades y hechos militares que, pese a los suprimidos con olvido de su gloria (caso del general Miguel Rodrigo) jalonan el callejero de Badajoz: del Duque de San Germán y el Marqués de Bay, como más antiguos, a los actuales Saavedra Palmeiro, Carracedo, o Ezequiel Moro, pasando por Arco Agüero, De Gabriel, Menacho, Palafox, Prim, Neila, Héroes de Cascorro, Serrano, Macón, o Alféreces Provisionales. Y Navas de Tolosa, Otumba, Bailen, Castillejos, Regimientos Castilla, Villarrobledo, Gravelinas, Covadonga, Dragones de Hernán Cortés, o Guardía Civil.
La celebración el 8 de Diciembre de la Inmaculada Concepción, Patrona de la Infantería, es buena ocasión para dedicar un recuerdo al Ejército y evocar la causa del patronazgo: El descubrimiento, en la posición cercada de Bommel, un duro día de Diciembre de 1585, de una imagen de la Virgen, que transformó lo que parecía una derrota inevitable en una gran victoria para los españoles. Y hacerlo con los magníficos versos del poeta y militar Luís López Anglada que ilustran el monumento a la Inmaculada que preside la Base “General Menacho” de Bótoa:
“Fue un soldado de los tercios, cuando era
oficio de españoles ver la muerte
como un servicio más de honra y de suerte
amiga del más bravo y compañera.
Cavaba para tumba la trinchera
más que para salvarse.
Tierra inerte
hecha para descanso del más fuerte:
¡Siempre juntas la muerte y la bandera!
Encontró el cuadro, lo sacó del suelo.
Se arrodillaron todos bajo el cielo
de la noche de Holanda, oscura y fría.
Y no hubo novedad.
De madrugada,
se heló la mar, y sobre el agua helada
desfiló una vez más la infantería”.