POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Clama con desgarro en una sola garganta la España vaciada: a solas no somos nadie. El pasado jueves, en excelente reportaje de Marcos Palicio, leí en este periódico que en Asturias hay 755 aldeas abandonadas y que en más de trescientos pueblos sólo queda un habitante. En cambio, tengo entendido que muchos de esos pueblos ni siquiera cuentan con una sola persona, que esa gente no vive donde se empadrona, que se inscribe para conseguir la respiración artificial, ayudas de política territorial, subvenciones para proyectos de autoempleo, subsidios para fomentar y dinamizar la actividad económica; pero en esos territorios los habitantes gritan palabras sin sonido, como las de los sueños, se escuchan ladridos sordos de perros y el viento es un murmullo de ramas de eucalipto donde ni los grajos se posan. Pronto contaremos con Macondos y Comalas y rastrojos de difuntos y nos faltara maquinista para el tren de la soledad.
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