POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Conocí a Susana en 1970, en el recién inaugurado Instituto Leopoldo Alas, el que se demolió en San Lázaro; estaba bien buena, era una luchadora y prestaba su cuerpo a las reivindicaciones, puesto que tenía y aún tiene una gran capacidad para la insatisfacción. Protestaba en favor de los derechos de la mujer, los derechos humanos, el puente de la Constitución, el horario de mañanas, la libertad de horarios… Ante el menor atentado contra la libertad o el confort individual o colectivo, ante el mínimo abuso de poder, ante cualquier atisbo de injusticia, ahí estaba ella con los pechos al aire, por no decir despechada. Una vez me expulsaron de un examen por copiar el binomio de Newton y fue a ver al catedrático de Física para interceder por mí. “¿Cómo es posible que expulse del examen a un alumno por copiar a Newton?”, dijo, quitándose el sostén; “¿acaso tiene Pepe mejores alternativas?”.
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