POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
La piel es lo más profundo de una persona; tocar la piel y tocar el alma es todo uno. A nadie se le ocurre despellejar a un ser querido para acariciarle el hígado o admirar sus intestinos. Pero despellejamos la iglesia de Santullano y muchas casas que no fueron concebidas para funcionar en carne viva, en piedra viva, que se deterioran a la intemperie. La moda snob, o sea innoble, metió piqueta a la cal para fardar de musculatura pétrea, como los chulos de playa. A David lo esculpió Miguel Ángel para mostrarlo a culo pajarero, nuestra Catedral se yergue in púribus porque lo vale, pero ¿quién osa arrancarle los óleos a la Mona Lisa? Las pirámides de Egipto empezaron a deteriorarse al perder su recubrimiento. Los sillares de piedra labrada ajustados a hueso no van enlucidos, la mampostería desconcertada sí. Arrancar el mortero a una fachada y profanarla es todo uno, ya digo.
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