POR JOSÉ MANUEL JEREZ LINDE. CRONISTA OFICIAL DE LA E.L.M. DE GUADAJIRA (BADAJOZ).
Amanece sobre las parcelas de tomateras que, avanzado agosto, alcanzan ya su roja madurez. El relente de la noche se funde con los primeros y tibios rayos de un sol que, horas más tarde, será abrasador. El aire mezcla el olor ácido del tomate maduro con el vuelo torpe de las colonias de mosquitos a nuestro paso. Y tras el reparto de las cajas de madera, a lo largo del surco, comienza la faena. Las manos, y sobre todo los dedos, impregnados aún del verde negruzco del día anterior. A veces, el ácido del tomate, se deja sentir en las pequeñas grietas y cortes con un molesto escozor.
Pasado el frugal almuerzo, la recolección es ahora más acelerada, procurando evitar las horas de más calor. Por momentos se hace inevitable incorporarse, incluso con el pretexto de reponer las cajas, o buscar la socorrida botella de agua resguardada entre la vegetación. A veces se hacía necesario cargar las cajas llenas y esperar una nueva remesa desde la fábrica, por lo que se daba por concluida la jornada. En el camino de vuelta, coincidiendo con un sol -de justicia que decimos- buscábamos la acequia más próxima en la que mitigar el sofoco. Nada tan grato a los sentidos que el discurrir de agua a la sombra de una morera, nada como la sinuosa danza de las algas adheridas a las paredes de la acequia.
La fotografía es obra de D. Diego Sánchez Cordero, incluida en el blog: “Cachos de vida”. https://disancor.blogspot.com/2022/ que reúne muchos de su excelente trayectoriaa como fotógrafo y al que muestro mi gratitud y profunda admiración.
FUENTE: EL CRONISTA