POR MANUEL GONZÁLEZ RAMÍREZ, CRONISTA DE ZACATECAS (MÉXICO)
El 8 de abril es el Día internacional del pueblo gitano. Fueron promotores de la Marcha #Zacatecas.
Muchos de nosotros conocimos y disfrutamos de aquellas funciones de cine de los húngaros que iban de pueblo en pueblo. Viajaban en casas rodantes. Eran camiones de carga con las debidas adaptaciones.
Los gitanos llegaron a México en diversas oleadas migratorias, siendo las principales, en el siglo XIX. Algunos lo hicieron desde Francia, Grecia, Hungría, entre otros países europeos. Unos más llegaron de otros países del continente Americano. Conocidos genéricamente como “húngaros”, encontramos a población rom, caló y ludar, que habla sus propias lenguas, además del español.
En su mayoría venían de la ciudad de Budapest con la intención de llegar a Estados Unidos. Sin embargo, ese país había empezado a restringir la migración, así que se establecieron en México. La inmigración de húngaros se detuvo en los años cuarenta con motivo de la Segunda Guerra Mundial.
EL CINE DE LOS HÚNGAROS
Cuenta la leyenda que hace unos 50 años, uno de los medios de entretenimiento era el cine, y los húngaros llegaban cargando sus cosas en algunos viejos camiones de redilas e instalaban el cine, donde proyectaban sus películas del Santo, de Pedro Infante, de Antonio Aguilar y los hermanos Almada.
Se instalaban en algún campo de fútbol y así en cada rancho o población tenían un lugar específico, cercaban un perímetro con una lona y colocaban una sábana blanca sobre la que se proyectaba la película.
En las tardes anunciaban las películas que se exhibirían por la noche, cuando se llegaba la hora empezaban a anunciar la película y que un húngaro prometía, a través del aparato de sonido, que comenzarían nomás se acabara la MARCHA ZACATECAS.
El problema era que, para desesperación de la gente, la marcha se tocaba una y otra vez con la esperanza de que aumentara la venta de boletos.
El húngaro animaba a la gente diciéndole: “Apúrele para que alcance campo, porque nos está llegando mucha gente ¡córrale, córrale!, habrá muchos balazos, moquetes y trompadas en la función de esta noche”.
La gente mayor llegaba con su silla; algunos chiquillos se sentaban en el suelo. Cuando el húngaro veía que ya no habría más venta, apagaban las luces, la gente soltaba un grito de emoción y de las modernas lámparas de carburo salía un poderoso chorro de luz que proyectaba las imágenes en la blanca sábana que servía de pantalla.
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