POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
En sesión del Parlamento francés, Víctor Hugo, diputado reformista, conversaba sobre las fiestas de San Mateo, con su compañero de escaño, el médico Eugène Sue, original de La Manjoya, cuando a la hora de votar una propuesta el escritor se puso en pie y votó en contra; Sue le recriminó: “¿Cómo se opone, si no hemos atendido e ignoramos de qué va?”, y contestó Hugo: “¿Ve usted aquel gordo, dos escaños más abajo? Votó a favor y jamás coincidimos”. En mi caso, cuando me falta tiempo para opinar con criterio, acudo a un sesudo de bar que vive en las antípodas de mis ideales; ayer, en Félix Aramburu, en la Bodeguilla de Santa, a la luz de los fuegos artificiales, lo vi encantado con el proselitismo separatista del Barça; por eso, pendiente de profundizar, protesto a la Liga española por dar cancha a esos disfrazados que abusan del balón. Esta actitud eventual de Hugo y mía se llama oppositum per diametrum.
Fuente: http://www.lne.es/