POR JOSÉ SALVADOR MURGUI. CRONISTA OFICIAL DE CASINOS (VALENCIA)
Hay pueblos que celebran los mayos, otros hacen fiestas de otra forma, y en otros se hacían fiestas que con el tiempo han desaparecido. Una de las costumbres del mes de mayo de Casinos, era el primer sábado después que acababa el baile, la verbena, ir a hacer enramadas a las chicas, a la vez que obsequiarlas con dulces serenatas que rompían el silencio de la noche primaveral.
Es una tradición por llamarle de alguna forma que con el tiempo se ha ido diluyendo hasta desaparecer. Las enramadas eran la esencia romántica del amor, era la forma de un chico obsequiar a su pretendida, novia, amiga, habían enramadas rumbosas de rosas, otras de arbustos aromáticos seleccionados en el campo, (que hay quien descargaba el remolque cargado de murta y romero), otras remontándonos a años de las décadas de 1950 o anteriores que se hacían con peladillas, o incluso otras que se obsequiaba a la novia con una joya.
Hay algún caso que se ha comentado en el pueblo, de estar el novio a la puerta de la casa de la novia, esperando el amanecer de ese primer domingo de mayo, para que la chica, se asomará a la puerta a ver la alfombra floral, y ofrecerle una joya, con la exclamación valenciana de «la enramá se fa en la má», y darle en ese momento, un anillo, una pulsera o un collar. Costumbres románticas y de poderío, desaparecidas.
Si algún varón se sentía ofendido por la actitud de alguna dama, al no ser correspondido, o haber recibido alguna «calabaza» sentimental, ese primer sábado de mayo, también era el momento adecuado para la venganza: la sorpresa era al abrir la puerta de casa de la señorita, al amanecer del domingo, esperando la enramada, con el consiguiente desaliento encontrarte con un palo de pitera. La «Pitera» la Real Academia Española, la define como «pita (planta)», y es una planta muy común en los campos de nuestro término, que florece una vez al año produciendo una inflorescencia terminal de unos ocho o diez metros de altura y una anchura superior a los diez cm. de diámetro, terminando con pequeñas ramas en forma de panícula abierta. Esa sorpresa no era muy agradable para quien la recibía.
Por otra parte las enramadas iban acompañadas de las serenatas, los cantos románticos de la Tuna eran la música de fondo en las noches de mayo: «Despierta dulce amor de mi vida, despierta, si te encuentras dormida escucha mi voz vibrar bajo tu ventana» o aquella que decía: «No sé res de la tristesa, que hi ha dintre del teu cor, aixua els teus ulls a l´aire, mira que clara és la nit. Perquè no vull que plores mes, per un amor perdut, quan la nostra guitarra, ja comença el seu cantar. No oblides mai aquests moments, i allunya tota tristesa, escolta la nostra cançó, somia des d’ara amb l’amor. La veu de la tuna se’n va, però el nostre cor es queda, i pensa que per sempre més recordarem aquesta nit.
Era una fiesta con guitarras, bandurrias, panderetas, voces, orden y alegría, las canciones se superponían, se pasaba de la tuna a los Panchos: «que bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas Casinera, salerosa”, tampoco podían faltar temas jamás olvidados de «Los Brincos»: «Nunca te podré olvidar, porque me enseñaste a amar. Con un sorbito de champán brindando por el nuevo amor, la suave luz de aquel rincón, hizo latir mi corazón. Es tan fácil recordar, siempre que vuelvo a brindar, ¡Con un sorbito de champán, brindando por el nuevo amor! Y entonces, fue cuando te besé, de tu mirar, yo me enamoré»
Las noches eran largas, no faltaban las garrafas de mistela y vino dulce, y hasta había chicas tan generosas, que nos abrían la puerta y nos obsequiaban con un ágape a altas horas de la madrugada. Noches en vela, noches divertidas, pasionales de bondad, sin hacer daño a nadie, únicas. En otros tiempos cuando empezaron a existir los tocadiscos, los cassettes, y los discos de vinilo, se hacía la música con aquellos aparatos, había que llevar un «ladrón de bombillas» que lo enroscaban en la puerta de la casa, que en casi todas había un porta-lámparas para iluminar la entrada, y con un cable alargador se podía enchufar el aparato para hacer la música, tecnología puntera de los años sesenta.
Pero la tradición hizo que ser recuperaran los cantos a viva voz que tanto han alegrado las «Noche de ronda, qué triste pasa, qué triste cruza, por mi balcón. Noche de ronda cómo me hiere, cómo lastima m i corazón Luna que se quiebra, sobre la tiniebla se mi soledad. A dónde vas», íbamos recorriendo cual peregrinos las calles de Casinos, hasta que nos sorprendía el amanecer de las cálidas noches de mayo, junio hasta agosto en fiestas; despedidas de solteros, felicitaciones a las novias, comuniones de los hijos, en fin una larga nebulosa que empaña el acontecer.
Diario de la vida, diario del 2020, mayo del 70, del 80, del 90, del 2000, «Palmero sube a la palma y dile a la palmerita, quiero que te pongas la mantilla blanca, quiero que te pongas la mantilla azul» la noche nos envuelve, tengo que poner fin a esta crónica de recuerdos que se la dedico al más insigne «Tuno», al gran maestro y profesor Manolo Murgui (otro Murgui, somos tantos, y tantos años) que tanto positivismo y maestría aporto a esas noches largas, de recuerdos a cada minuto, de realidad al sonar el bordón y entonar la canción.
«Termina la feria esta noche sin luna, terminan los cantos, con suspiros de amor. Tranquilo está el parque, esta noche estrellada, las almas ocultan alegrías y llantos dentro del corazón. ¡Ay, ay, ay ay, ya no suenan las guitarras, ni los bajos guitarrones. Ya se secaron las flores que adornaban tu balcón! Ay, ay ay ay, ya no hay fuegos de colores ni mariachis, ni canciones y a lo lejos por el bosque se va yendo mi canción.»
Así nos va pasando la vida, así vamos dejando las ilusiones, así se acaban las tradiciones. Como se decía en uno de los diálogos de la función de teatro «Sanc Valencina»: «Hoy mi vida es otra, mi vida es nueva, sin una sombra siquiera, que emborrone mi pasado, por muy triste que este sea». El pasado no se emborrona, se revive, hoy brindo estas letras a todas esas personas que a lo largo de la historia las vivieron con pasión.