POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Se cumplen hoy exactamente diez años de la última gran inundación producida por el desbordamiento de los ríos Sella y Piloña en Arriondas y en el resto de la comarca.
A través de los archivos que el Ayuntamiento de Parres conserva desde 1835 y que llevo revisando desde hace más de tres años con el máximo detenimiento, puedo afirmar que la capital del concejo ha ido creciendo sin tomar demasiado en serio los “enfados” que de vez en cuando manifiestan sus vecinos fluviales, y en los últimos cincuenta años incluso los ha retado como nunca lo había hecho antes.
Siglo y medio lleva intentando controlar estas adversidades, pero a veces esta relación es poco amable con sus ríos al lesionar su natural discurrir en una especie de duelo que no siempre gana.
Las construcciones y edificios levantados en lugares próximos al Sella y al Piloña que siempre fueron zonas inundables, no dejaron de crecer. Toda la urbanización de El Barco desde hace más de sesenta años y la zona ahora conocida como “Arriondas Norte”; otras instalaciones tan importantes como el Instituto “Hernán Cortés” inaugurado hace cincuenta y un años (después Colegio Público de E.G.B. y ahora Colegio de Educación Primaria “Río Sella”); el edificio escolar de Educación Infantil próximo al anterior y las instalaciones deportivas de ambos; el que fue Centro de Capacitación Agraria inaugurado por los Reyes y el Príncipe Felipe en septiembre de 1980; el actual Instituto de Enseñanza Secundaria Obligatoria “El Sueve” -también ahora impartiendo Bachillerato de Ciencias- fueron edificados en zonas inundables reconocidas. La misma planta depuradora de aguas residuales construida en las inmediaciones de éste último centro educativo tuvo que suspender su inauguración porque -precisamente ese mismo día- se inundó por una crecida del río Sella, ya en los inicios de los años noventa.
De modo que ahora -igual que viene ocurriendo desde hace siglo y medio- nuestra penitencia fluvial comunitaria se mantiene y se agrava como consecuencia de nuestros errores.
Manuel Argüelles era diputado a Cortes por el distrito de Infiesto desde 1907 (el mismo por el que lo había sido su abuelo varias veces) y tramitó en Madrid en 1914 la construcción de un muro que defendiese a Arriondas de los desbordamientos de los ríos Sella y Piloña en su zona de confluencia, por lo que la Corporación Municipal parraguesa de aquellos años decidió abonar las 11.000 pts. que suponía el 20% del costo de la obra, a pagar en 25 años y -por unanimidad- le concedieron un “voto de gracias” al diputado Argüelles por sus gestiones, diputado éste que acabó siendo Ministro de Hacienda y de Fomento con Alfonso XIII. Las construcciones de escolleras y muros defensivos se fueron sucediendo con más o menos acierto a través de varias corporaciones posteriores.
A la comunidad educativa en permanente riesgo por las avenidas del Sella vino a sumarse la comunidad sanitaria y toda la nueva urbanización de Castañera, ambas a la vera del río Piloña.
El que nació como Policlínico de Arriondas y acabó como Hospital del Oriente de Asturias fue concluido en mayo de 1987, así como los imprescindibles accesos al mismo desde la carretera nacional 634. El Hospital nació el 28 de marzo de 1995 como una Fundación de la que el Ayuntamiento de Parres fue socio fundador, el cual aportó 200.000 pts. y cedió los terrenos para su construcción en el lugar denominado “Ero de Abajo”. Diez años pasaron desde que se concluyó el Policlínico hasta que el ya Hospital abrió sus puertas al público un 2 de junio de 1997. Un año más esperó la inauguración oficial (8 de junio de 1998).
El Principado invirtió en su construcción 170 millones de pesetas y sería la dirección provincial del INSALUD la que aportó la dotación humana y material. Catorce municipios del oriente asturiano quedaron bajo su cobertura sanitaria. Además de Parres estaban Cangas de Onís, Ribadesella, Llanes, Piloña, Ribadedeva, las dos Peñamelleras, Cabrales, Onís, Colunga, Caravia, Amieva y Ponga.
Pero lo que hoy nos interesa es saber por qué el hospital se levantó en una zona de la que se sabía perfectamente que era inundable. Fue en 1984 cuando el Ayuntamiento de Parres presidido por Manuel Alonso Nieda culminó las gestiones iniciadas en la legislatura anterior por el también alcalde Emilio Pando Bustillo para levantar en terrenos próximos a la villa de Arriondas el que iba a ser un policlínico, pero con intención de convertirlo en Hospital del Oriente en cuanto fuese posible.
Las actas de los plenos que nuestro ayuntamiento conserva van desgranando la carrera de obstáculos emprendida para conseguir el futuro hospital, y fue la Corporación Municipal antes citada y por unanimidad la que ofreció en un primer momento terrenos en la parte alta de Santianes del Terrón, suficientemente alejados del río Piloña y muy elevados sobre el nivel de su cauce, en una superficie de 98.000 metros cuadrados que -en aquel momento- eran suelo industrial y que podían declararse urbanizables dado el interés social y la gran utilidad pública de los mismos.
Las prisas nunca suelen ser buenas consejeras y en ese momento se decidió construir esta “pequeña ciudad sanitaria” en el lugar que todos conocemos. Desde la Consejería de Sanidad y Seguridad Social del Principado se hizo saber al Ayuntamiento el 30 de marzo de 1984 las razones por las que el Servicio de Ordenación del Territorio, Vivienda y Medio Ambiente exponía las incidencias urbanísticas que aconsejaban edificar en Castañera.
Las razones esgrimidas para no levantar el futuro hospital en la parte alta de Santianes del Terrón fueron de tipo topográfico, en primer lugar por la pendiente de hasta un 28% para acceder a los terrenos, por los costes de los movimientos de tierra, el aparcamiento de coches debería hacerse en plataformas horizontales tipo bancal, los vientos dominantes en el lugar un tanto elevado serían un inconveniente para un edificio de ese tipo, el acceso de vehículos a un centro de esas características supondría el desdoblamiento de la calle Río Piloña desde la nacional 634 (cuyo necesario ensanche sigue hoy pendiente de ejecutarse) y también sería obligatorio el ampliar el puente sobre el citado río que apenas tenía diez años, además de la carretera desde el mismo hasta el nuevo centro sanitario. Se añadían a estos inconvenientes el tener que llevar al emplazamiento la energía eléctrica, la conducción de aguas o el saneamiento especial que precisa un hospital. En resumen, que fue considerado no apto ese primer terreno ofrecido. Todo el complejo se puso entonces en marcha en Castañera, después de negociar con los dueños de los terrenos necesarios, a los que se les abonaron las cantidades que las actas de los plenos municipales recogen con detalle.
Es un clamor y una demanda social de vecinos, empresarios, comerciantes, hosteleros, Ayuntamiento y otros -especialmente desde la última gran inundación del 16 de junio de 2010- que los estudios y actuaciones que la Confederación Hidrográfica del Cantábrico concluyó hace más de tres años y cuya inversión prevista era de más de 15 millones de euros, no esperen ya más y se les catalogue como un dictamen de prioridad.
Este tipo de retrasos es muy típico de nuestro país, desde siempre, y en el caso concreto que nos ocupa no varía en absoluto de lo ocurrido en los últimos ciento cincuenta años en Arriondas en su preocupación permanente por los problemas causados por nuestros ríos, los mismos que tanta vida y prosperidad han traído al concejo, pero a los que no es fácil domeñar cuando les invadimos los cauces o terrenos de los que siempre se consideraron propietarios.
Cuidar el entorno de los mismos sabemos que es prioritario y en ello se está trabajando.
Damos por hecho que no será necesario estudiar cómo resuelven este tipo de asuntos en ese país que está por debajo del nivel del mar y que llamamos Holanda, aunque realmente se denomine Países Bajos.