POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Vamos al cementerio por Todos los Santos porque es fiesta, pero Difuntos es el dos. No todos los muertos son santos, aunque todos los santos han muerto. Claro que, por Todos los Santos, la Iglesia conmemora lo mismo a los santos y a los beatos como a los muertos que, cumplido el purgatorio, viven en santidad con su Creador. Aunque los cristianos damos por hecho que nuestros familiares ausentes disfrutan de ese trance venerable y eterno, rezamos por si acaso para que la ascesis sobrenatural les sitúe pronto en ese estadio, tejas arriba, del que nos desgajó aquella manzana que mordisquearon Eva primero y luego Adán. En el funeral de una persona querida al que asistí a principios de mes en la iglesia de Santa Eulalia, de Luarca, Emilio, el sacerdote que ofició, dijo que morimos por una debilidad no por una dignidad; por una dignidad, esto lo digo yo, resucitamos. Y no me refiero a Pedro Sánchez.
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