POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
En “Corazón”, ese programa reaccionario donde los haya, que conduce torpemente Anne Igartiburu desde que yo era niño, escuché la noticia de que Plácido Domingo, cuando era asesor artístico de no sé dónde, concedía trabajos a cantantes (cantantas) a cambio de relaciones sexuales. Entonces Anne, mientras yo cocinaba al mediodía, llamó por teléfono a Ainhoa Arteta, una de las defensoras de Plácido, y la soprano tolosarra, que tiene facilidad de voz pero no facilidad de palabra, salió con que Plácido era todo un caballero, más respetuoso que qué, y añadió que no había derecho cómo lo estaban “dilapidando”; quizá quiso decir “lapidando” pero en un lapsus mazagatus soltó “dilapidando”. Y en realidad, aunque dilapidar significa malgastar dinero o bienes, Plácido es un bien de interés cultural, un Príncipe de Asturias de las Artes que, en el peor de los casos, deberíamos administrar como semental.
Fuente: https://www.lne.es/