POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA
Poco o nada podía imaginarme el día que subí al estrado para hacer el discurso de inauguración de este Centro Cultural. Actué de “telonero” en dicho evento y durante mi disertación invité a la Excelentísima Señora Dª Amalia Gómez- Secretaria General de Servicios Sociales- y al Ilustrísimo Sr. Centenero- Delegado de Cultura de la Región de Murcia, a que ese acto no debía quedarse en la inauguración y nada más. Les exhorté a que se esforzaran comprometiéndose a llenar, este recinto, de contenido.
No es tarea fácil. Lo sé. El pueblo de Ulea tiene pocos habitantes pero soy consciente de que posee una historia riquísima que entre todos debemos desenterrar y airearla a los cuatro vientos. No para que vuele como cualquier papel suelto que se lleva el aire, ni secuestrarlo para que sea patrimonio de unos pocos, o se pierda como tantos otros, corriendo suerte adversa. La historia de nuestro pueblo debemos ponerla a disposición de cuantas personas se interesen por ella.
Nosotros, como arietes de esa avanzadilla en la que nos hemos embarcado, vamos a emprender ese camino con ilusión, con tenacidad. Soy consciente de las dificultades que entraña dicha empresa, pero cuento- doy por supuesto- con la colaboración de Instituciones y personas doctas en la materia, pero, sobre todo, con la de todos los uleanos que conocen muchas más historias y anécdotas que yo. Su sabiduría popular me es muy valiosa a la hora de investigar. Cuento con todos vosotros.
Soy uleano. Aquí nací y pasé mi infancia, pubertad, juventud… y cuando terminé la carrera de Médico me marché a trabajar por distintos lugares de la geografía española. Sin embargo, aquí estaba mi familia- mi madre y mis hermanos pequeños, pues mi padre falleció cuando aún era estudiante de Medicina- y venía con asiduidad, por lo que las efemérides del pueblo no me pasaban desapercibidas. O las vivía o me las contaban de primera mano. Por eso me considero un apátrida, un ciudadano del mundo.
Nací en Ulea y tras el periplo de mi vida como profesional- aún estoy en activo-, aquí me tenéis para compartir con vosotros vicisitudes del pueblo y de la comarca del Valle de Ricote, en donde estamos enclavados. Ejerceré con todos vosotros, cogido de la mano, como lo que soy: “uleano”.
Antes de seguir adelante quiero hacer una “reflexión en voz baja”. Cuando a final de verano me llaman proponiendo hacerme Cronista de Ulea dije de inmediato que sí, pero sin imponer nada- quién soy yo para tal aseveración-, sí le dije a mis interlocutores que me alegraría conocer el distinto parecer de toda la Corporación del Ayuntamiento de Ulea.
El Alcalde, el Concejal de Hacienda y el señor cura me indicaron que tenía que someterse en un pleno del Ayuntamiento el nombramiento como Cronista. Aceptarían o rechazarían mi nombramiento en una votación libre en dicho pleno en el que en el orden del día figuraba este punto. Creo haber hecho bien los deberes como uleano, pero el equipo de gobierno del Ayuntamiento tiene una oposición y cualquiera podía discrepar de mí; como persona o dudar de mi capacidad. Estaban en su derecho pero me hubiera sentido incómodo, en un pueblo tan pequeño, con discrepancias notorias. Afortunadamente, tras el pleno en el que se votó mi idoneidad, “hubo quórum” y votaron afirmativamente la totalidad de los ediles: el alcalde se apresuró a comunicármelo.
Le agradecí la confianza que habían depositado en mí. Cuantas veces he charlado posteriormente con los uleanos he respetado su pensamiento político- igual que deben respetar el mío-. Creo que discrepar es enriquecedor, aunque a veces se crea que la razón está de un lado o de otro. Estoy convencido que “la cultura no la puede secuestrar nadie; es patrimonio de todos”, sin exclusión.
La misión primordial del Cronista es la de investigar el pasado, ratificar el presente, con su realidad cotidiana, y preparar el futuro a nuevos investigadores para que asuman el reto histórico que la sociedad le exija en cada momento.
El Cronista debe ser el eslabón de la correa de transmisión de la historia. Dejará legados importantes que cobrarán vigencia más allá de su propia existencia.
El Cronista no debe eludir opiniones, aunque le sean incómodas tanto a nivel social como histórico. Todas contribuirán a enriquecer el caudal de conocimientos sobre nuestra historia.
Cronistas de grandes ciudades cuentan con gacetas, emisoras de radio o televisiones locales por donde difunden periódicamente sus estudios u opiniones. Estoy seguro que encontraremos el canal de comunicación adecuado, pues el cronista debe indagar, no sólo sobre el devenir del pueblo de Ulea, sino, también su faceta lúdica. Todo forma parte de la historia de nuestro pueblo.