DIVIESOS Y CATAPLASMES
Ene 27 2020

POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

En el diario ovetense LA NUEVA ESPAÑA de ayer domingo, 26 de enero- 2020, don Jesús Suárez López (Cátedra Archivo de la Tradición oral de Asturias) publicó un interesantísimo trabajo sobre los ensalmos antiguos para curar (o, al menos, aliviar) las desagradables molestias que causaban las erróneamente llamadas FÍSTULES o BUBES y que en realidad son FORÚNCULOS.

Con ese nombre de «fistula» la allandesa Carmen Iriarte le recitó a Jesús Suárez el ensalmo que el ensalmador o ensalmadora habían de «rezar» para implorar la curación y, a la vez, especificar los «gestos» necesarios para ello.

Actualmente no se conocen los forúnculos y no resulta raro que algún médico joven se extrañe de tal dolencia cuando se las describimos los viejos.

¿Qué son o eran los forúnculos, que en Asturias llamábamos DIVIESOS y en singular DIVIESU, YUVIESU, LLUVIESU, DUVIESU, NUVIESU…?

Pues eran unos abscesos purulentos (granos con pus) que se producían en los folículos pilosebáceos, causados por una bacteria que el microbiólogo Friedrich Rosenbach (1842-1923) identificó como un Staphylococcus aureus. Estos granos, muy espectaculares, de forma cónica, presentaban una zona purulenta en el vértice y un alarmante color rojizo-morado en su derredor. Solían aparecer fundamentalmente en el cuello (nuca), axilas, muslos, nalgas y corvas (parte opuesta a la rodilla).

Eran muy dolorosos y tardaban unos diez días en «romper» y curar, dejando siempre una «sempiterna cicatriz.

Yo los padecí y puedo hablar «con conocimiento de causa» acerca de los remedios para su curación. Remedios populares y muy aconsejados por los médicos. En mi caso por el entonces médico de Colunga don Gonzalo Tapia Seoane, que fue quien me atendió. Era el año 1945 o 1946, no recuerdo.

Estos eran los remedios más conocidos:

1.- Colocar sobre el forúnculo unos fomentos calientes, que podían ser secos (un paño seco muy caliente) o húmedos (un paño empapado en agua casi hirviendo o en una infusión de manzanilla, tila, flor de saúco…)

2.- Colocar sobre el forúnculo un casco de cebolla caliente pochado en la sartén con aceite de oliva. Se sujetaba con una venda o un paño atado.

3.- Colocar sobre el forúnculo una CATAPLASMA muy caliente de harina de linaza o de orégano pulverizado y miel.

Para la primera se hervía en agua harina de linaza hasta formar una pasta espesa; se envolvía en un paño de algodón y se colocaba en la zona infectada.

La segunda se preparaba cociendo orégano muy molido con miel de brezo, formando una pasta que se envolvía en un paño de algodón y se colocaba sobre el absceso.

4.- Se recomendaba con insistencia que nunca se «pinchara» el forúnculo para la eliminación del pus ni se usara pomada alguna. Recuerdo que en aquellos años era muy famoso el UNGÜENTO GARCÍA, una crema «que servía para todo». Tampoco se recomendaba el uso de AZOL en polvo, una sulfanilamida muy utilizada en heridas y otro tipo de granos.

¡Oiga! Pero ¿no había penicilina en esa época?

¡Hombre! Haber si la había; otra cosa era poder disponer de ella pues se vendía poco menos que de estraperlo en un conocido establecimiento hostelero ubicado en la Gran Vía madrileña. Bueno, hostelero…»y ainda mais».

Pero esa es otra historia.

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