POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
Durante la desastrosa epidemia de cólera morbo desatada en 1834, el puerto de Torrevieja, punto de cabotaje para el océano y el Mediterráneo, gozó la inapreciable prerrogativa de no tener una defunción producida por esta enfermedad, aunque sí que se presentaron algunas disenterías que cedieron con los medios comunes de curación utilizados por sus habitantes: limonadas, emulsiones de semillas, bebidas frías, dieta vegetal y baños templados.
Siguió librándose de las mortíferas epidemias pese a que por orden del jefe político de la provincia de Alicante, en septiembre de 1849, se cerraran las dos boticas que existían en Torrevieja y La Mata, por no tener la autorización preceptiva para su establecimiento, anunciándose públicamente desde la capital para que le llegara la noticia a los farmacéuticos que en estos lugares quisieran abrir botica en esta villa.
A comienzos del año 1850, se estableció en Torrevieja como médico titular Asensio Manresa, y a los pocos meses el también médico Juan Rebagliato.
Es en aquel año de 1850 cuando se expande desde Argel una epidemia de cólera. En el mes de octubre ya había disminuido, pese a haberse reconocido 18 casos, y de estos 14 muertos; observándose que la mortandad es muy numerosa comparada con el número acometidos.
La dirección de beneficencia francesa establecida en Argel abrió una suscripción para socorrer a las familias pobres atacadas del cólera, que en menos de un año produjo 1.499 francos que fueron distribuidos entre las familias necesitadas. De estas familias 45 eran españolas y participaron de la caridad pública en las mismas proporciones que los franceses y los indígenas argelinos. Según el monitor de la colonia de Argel, durante el segundo trimestre del año 1850, la población europea tuvo un aumento de 6.812 almas, de las cuales 4.516 eran españolas; desembarcando la mayor parte de los emigrados en la provincia de Orán, procedentes de Murcia, Torrevieja y Alicante. En aquellos momentos los residentes españoles en Argelia superaban los 45.000.
Mientras tanto Torrevieja, lejos de las aguas contaminadas por el `vibrió colérico´, sirvió de refugio a autoridades y altos funcionarios públicos de Orihuela que huyeron de aquella ciudad por miedo al contagio. Una carta dirigida desde Torrevieja al director de “El Clamor Público”, el 23 de agosto de 1850, es un claro ejemplo:
“Muy señor nuestro: Con todo el sentimiento que se apodera de honrados corazones al verse maltratar por la calumnia, hemos leído hoy en un suelto de su apreciable periódico una lista de los funcionarios públicos que en el momento del peligro han huido de la ciudad de Orihuela invadida de la epidemia de cólera.
No mancharemos nosotros la pluma en la tinta de la pasión con que se ha escrito la citada lista; repondremos solo la verdad en su lugar, pues estamos bien seguros que imperando esta no es ciertamente sobre los que suscriben, sobre quienes puede caer ese padrón de infamia que según dice el suelto está echando la pública opinión y aun el Gobierno sobre los funcionarios que han huido.
En los meses de Mayo y primeros de Junio cuando a nadie, absolutamente a ninguno podría ocurrírsele que hubiera de sufrir nuestro pueblo ni algún otro de España la triste calamidad que hoy padecen, pedimos y obtuvimos competente herencia para ausentarnos de la población con el fin de reponer la salud, tomar baños, etc., pues como vecinos que estamos llevando la carga concejil de regidores del ayuntamiento algunos años, sabemos bien que no debíamos ausentarnos sin aquel permiso; esto y otras consideraciones que militan muy en nuestro favor deben resaltar en el expediente general que de orden del señor gobernador de la provincia se están instruyendo, y hasta que aquel estuviese terminado, habríamos guardado silencio, si no viosénos que se nos trata de mancillar por quien no tendrá gran confianza en su petición, cuando conserva el anónimo nunca conveniente, siempre que se ataca la persona directamente.
De dicho expediente general forzosamente ha de resultar que el único herido es el que más obligación sin duda tenía de presentarse en la población, y cuyo nombre como prueba de imparcialidad omite el comunicante. Vds., señores redactores, ignorarán que uno de los pocos pueblos favorecidos con la paternal autoridad de su corregimiento, es el nuestro, y sin duda les sorprenderá cuando sepan que aquel señor en los primeros momentos de aparecer la calamidad pidió y obtuvo por telégrafo (según de público se dijo) licencia para ausentarse, que lo hizo en efecto, dejando encargado su corregimiento a uno de los dignos tenientes de alcalde ha llenado cumplidamente su deber, y autoridad, celosa y digna de ejemplo, allí se encontraba siempre donde podía ser de algún modo necesario, aliviando la suerte de los desgraciados invadidos, fomentando suscripciones, y haciendo cuanto su celo verdaderamente paternal pudiera. Verdad es que ya ha obtenido justa recompensa a sus extraordinarios servicios, pues que habiendo hecho dimisión el corregidor, se han apresurado a nombrarle otro que presentándose en la ciudad cuando la enfermedad va muy en descenso, recogerá sin duda los laureles y la gloria: grande la tiene sin embargo el corregidor interino, en el reconocimiento y gratitud de sus convecinos, y esta es para ciertos hombres la más distinguida recompensa.
Esperamos, pues, y ojalá que el impaciente anónimo hubiera hecho lo mismo, el resultado del indicado expediente. No nos causará extrañeza ver como terminó en él nuestra separación del cargo concejil que desempeñamos de un Ayuntamiento del que se separaron a cinco o seis individuos de una vez a principios de este año, y que tenemos sobrado fundamento para creer que no se desea disolver. Si debemos esperar que […] nuestra separación, quisiera sea bien […], pero también descansamos en que aquella […] limpia y sin palabra alguna que pueda dañar en lo más mínimo nuestra bien sentada reputación de hombres […] por el bien de sus convecinos, pues esto está por demás sabido en nuestro pueblo, que por más repetidas veces nos ha distinguido y colmado de consideración; esperamos, pues, y entre tanto aprovechamos esta ocasión para invitar al inveraz contrincante y demás de sus correligionarios políticos, que se han quedado allí para facilitar noticia tan falsas, a que expresen como lo hacemos nosotros bajo su firma las cantidades […] que han contribuido para socorrer a los […] de la enfermedad reinante.
Don Matias Sorzano ha entregado 2.000 rs. Vellón además de otros 1.000 que remitió al cura de su parroquia para que los distribuyese privadamente entre los coléricos y más necesitados de su feligresía: Don Manuel Pastor Orsusan 300 reales, igual suma don Manuel Pastor Arbuxel; don Andrés Rebagliato, 500; don Santiago Rebagliato, 200; don Mariano Casanova, 400; don Nicolás Pastor, 200; don Francisco Moreno, 300, y 200 su hijo don Vicente; don Pedro Burunda, 80; además de los donativos que en esta villa se han hecho en la suscripción abierta con igual designio, sin querer hacer aquí mención por un sentimiento de simparía y delicadeza de las limosnas que todos los que suscriben han distribuido entre las viudas, pobres, vergonzantes, ancianos y demás personas necesitadas de Orihuela y de esta villa.
Rogamos a Vd., señor director, que en cumplimiento de lo que previene la ley de imprenta y en justo desagravio y vindicación de los que firman, se sirva insertar este comunicado en su ilustrado periódico, a cuyo favor quedarán siempre […] sus atentos seguros servidores Q.R.S.M. Matías Sorzano.- Manuel Pastor de Arbuxel.- Pedro García de Burunda.- Vicente Moreno.- Mariano Casanova.- Antonio María Jijón.- Manuel Pastor Orsusan.- Santiago Rebagliato.”
(Continuará)
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 21 de diciembre de 2013