DOLENCIAS, PADECIMIENTOS, ACHAQUES Y CURACIONES (7)
Feb 15 2014

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Publicidad de la clínica en Torrevieja del doctor Francisco Escribano. / Revista “El Pueblo”
Publicidad de la clínica en Torrevieja del doctor Francisco Escribano. / Revista “El Pueblo”
El médico Lorenzo Ballester Carcaño. / Foto: A. Darblade
El médico Lorenzo Ballester Carcaño. / Foto: A. Darblade

En 1916, como venía siendo por costumbre, la empresa del teatro de Torrevieja, de José Inglada, gastaba el dinero en selectos número de varietés que circulaban por la región, en magníficas compañías dramáticas, de zarzuela, de ópera, y de bailes benéficos, no escatimando medios de proporcionar al Santo Hospital de Caridad y a los enfermos particulares grandes consuelos, entregando íntegramente las recaudaciones en la taquilla y hasta de su propio bolsillo.

El 21 de julio de ese mismo, por la noche, se celebró en la terraza del Casino un banquete en honor de José Ramos Quesada, dedicando sus amigos este homenaje por la brillantez con que terminó la carrera de medicina. Estuvieron sentados con el festejado: Rafael Sala García, Mariano Albentosa, Vicente Castell, José Martínez Arenas, Emilio Clemares, Joaquín Sala, José María Mercader, Mariano Costa Rodríguez, Patricio Sala García, Ricardo Solano, José González Manuel Torres, Vicente Torregrosa, José María Martínez Sabater, Manuel García Sala y José Bru.

La comida, admirablemente servida por el restaurante del Casino, estuvo compuesta por los siguientes platos: Huevos al a parisién, pollo a la Cazadora, langosta con mayonesa, alcachofas a la milanesa, pavo trufado, y frutas. Y a los postres: helados, rioja, champagne, café, licores y puros habanos. Tras el nada hipocalórico menú, al descorcharse el champagne, hicieron uso de la palabra algunos de los invitados con elocuentes discursos. José Ramos expresó a todos su satisfacción.

En agosto de 1917, fue nombrado director de Sanidad del puerto de Torrevieja Francisco Díaz Domínguez. Y el señor Paya Onteniente presidía, en 1918, la Cruz Roja en Torrevieja. Y el médico y escritor murciano afincado en Rojales, César Carrera, pone en escena en el Teatro de Torrevieja su zarzuela “Los amores de Paco”, con música del maestro Tormo y Martos. Se encarga de representarla los conocidos artistas conocidos como los “Mary-Luis”. También escenifican la obra “El abrazo de Guevara”, también del doctor Carrera.

Todo un éxito en aquellos felices años de la segunda década del siglo XX que se tornarían de negro con la llegada la epidemia de “grippe”, con una muy fuerte virulencia a finales de ese verano.

El nombre con el que se conoció en extranjero de “gripe española” tiene un curioso origen. A causa de la situación bélica de la Guerra Europea, la alta mortalidad producida por dicha enfermedad fue silenciada por la censura. Dichas medidas fueron tomadas tanto en el bando de los Aliados como en el de los Poderes Centrales. Así que los únicos países en los que dicha enfermedad se convirtió en una noticia para la prensa fueron los países neutrales. Y España era el más importante de estos últimos. El 29 de junio de 1918, el doctor Martín Salazar, director del Departamento de Salud, informaba a la Real Academia de Medicina de Madrid que no tenía ninguna información sobre una epidemia de gripe en el resto de Europa. De esta forma, España se convertía en el primer país del mundo en reconocer dicha epidemia de gripe y, como los periódicos nacionales no hacían más que hablar de la enfermedad, el resto del mundo creyó, equivocadamente, que se había originado aquí.

En España fue conocida popularmente como “el soldado de Nápoles”, porque apareció cuando en los teatros se representaba la “Canción del Olvido” del maestro José Serrano. Otra denominación con la que fue bautizada en sus primeras fases fue la de “la enfermedad de moda”.

Hubo tres oleadas de gripe. La primera fue la de marzo de 1918. La segunda fue la más grave causando la mayor parte de las muertes y duró desde agosto hasta noviembre de 1918. La tercera se dio a principios de 1919. Los periódicos españoles informaron de las muertes ocurridas en la primera oleada, y curiosamente también intentaron darle un nombre extranjero.

Ya en agosto, entre otros, fallecía en Larache la niña torrevejense María Jesús Torregrosa Antolino, de dos años, hija de Vicente y de María.

La terrorífica gripe se estableció en Torrevieja, con caracteres gravísimos, a mediados de septiembre. Los médicos de la población vieron llegar la dolencia sin tener ningún remedio para combatirla. Únicamente luchaban constantemente en mejorar las condiciones de salubridad, cumpliendo en todos los casos con todo rigor. A nadie más que las autoridades competía la sagrada misión de ley suprema: “salus populus suprema lex”.

La epidemia no entendía de escalafones sociales. Estuvieron enfermados con la gripe el alcalde Rafael Sala García; y el representante de Salinera Española, Bartolomé Bosch. Entre los muchos fallecidos Magdalena Pérez, esposa de Ramón Blanco; Tomás Lacomba, operario electricista, María Esquiva, esposa del capitán de la marina mercante Manuel Sala Pérez, etc.

Reunida la Junta Local de Sanidad, presidida por el primer teniente alcalde Blas Sánchez, por encontrarse enfermo el alcalde titular, se llevaron a cabo algunas medidas higiénicas, todas infructuosas para detener la epidemia.

En el Hospital de Vigo ingresaban el 23 de septiembre, atacados por la gripe, varios tripulantes del vapor “Marqués del Turia”, procedente de Torrevieja. Y a primeros de octubre, el subsecretario del estado sanitario, señor Rosa, manifestaba que a Torrevieja había llegado un vapor noruego con doce enfermos que inmediatamente fueron aislados.

En esas mismas fechas, a bordo del velero “Ligero” de matrícula de Torrevieja, hubo tres casos graves de disentería. Un hombre de la dotación murió a las pocas horas. Se informó que el cadáver del marinero tenía a las dos horas un color negro y estaba plagado de manchas, que se tomaron como evidentes señales de esa terrible enfermedad.

A finales de octubre la epidemia en Torrevieja tendía a decrecer, siendo muy contados los casos de extrema gravedad, achacándose este hecho a las condiciones de su urbanización en extremo higiénicas, a su envidiable situación topográfica y a sus aires puros por excelencia; todos ellos, según los higienistas de la época, factores de primer orden para toda clase de enfermedades.

Haciendo una pequeña estadística, se sacaron dos consecuencias satisfactorias; una, la diferencia grande de mortalidad con relación a las invasiones habidas, y la otra, la de que estas invasiones no llegaron ni con mucho a las que en los demás pueblos de la zona ocurrieron.

Frente a esta desgraciada epidemia, quiero dejar constancia a los médicos que dieron ejemplo de altruismo y amor al prójimo: Francisco escribano, Lorenzo Ballester Carcaño, Manuel García Sala y Clemente Gonzálvez, así como Juan Pérez Santos, jefe de la policía municipal de la población.

La tercera oleada de gripe, a principios de 1919, fue menos virulenta, aunque fueron numerosas las familias que pasaron por momentos de verdadera angustia al ver entre los suyos enfermos aquejados por esta enfermedad.

Entre los fallecidos reseñamos el fallecimiento de Librada Talavera Quesada, esposa de Patricio Sala. El entierro constituyó una verdadera manifestación de duelo al que concurrieron representaciones de todas las clases sociales para rendir el último tributo de amistad a la que envida fue una bondadosa mujer.

La presidencia del duelo estaba formada por el alcalde Rafael Sala García –hermano político de la finada-, y Vicente Castell Ibáñez, Pedro Ballester, el juez municipal señor García Talavera y Salvador Llanos.

A las pocas horas falleció su hija Luisa Sala Talavera, aquejada de la misma enfermedad: la gripe.

El años 1919 lo que terminamos con un feliz desenlace. En el mes de julio, en la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción se celebró el enlace de María, hija del farmacéutico de la localidad Tomás Zapata, con Manuel Herrera, joven farmacéutico de Almoradí. La pareja fue apadrinada por Enrique Renard Candeau y su esposa. Como testigos actuaron Ricardo García, alcalde de Almoradí; Sebastián Lorenzo y Luis Lorente. En casa de Justo Lanzarote, vice cónsul de Francia en este puerto, próximo pariente de los desposados, se sirvió un lunch a más de setenta invitados.

Fuente: semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 15 de febrero de 2014

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