POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
En la carretera que une La Nava de Santiago con Aljucén, en plena dehesa, se encuentra este sepulcro megalítico, esta joya arquitectónica, cuya construcción nos ofrece dimensiones sorprendentes. Basta con visitarlo para ver cómo, en el prado del Lácara, la majestuosidad de la piedra fue levantada gracias al pulso y al latido del hombre. Ha sufrido a lo largo del tiempo distintas agresiones, pero, a pesar de ello, ha llegado hasta nuestros días, bastante completo debido a su excepcional tamaño y a su excelente fábrica. Fue declarado Monumento Nacional en 1931. Fue adquirido, a finales de 2009, por la Junta de Extremadura, interviniéndose en él trabajos de consolidación e investigación así como en su entorno para facilitar su acceso.
En él, ayer uno de los nuestros se marchó. Dejó a los vivos y emprendió su camino rumbo al mundo de los antepasados. Debemos llevarlo a una tumba común, sólida, hecha con grandes piedras, tan consistente como la fortaleza de nuestra gente. Encontrarás la tumba en el paisaje. Tiene forma de montaña, pero no te engañes, busca una puerta hecha por el hombre y atravesando un corredor llegarás a la cámara donde algún día yo también reposaré. Viajero, elige tu camino, que no te detenga la oscuridad.