POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
Todo llega y todo pasa, porque lo nuestro es pasar… decía el poeta. Y si es verdad que todo, por fuerza, llega, y después pasa, no lo es menos que, cuando eso ocurra, podamos tener un recuerdo de urgencia, pero emocionado y cariñoso para la persona que nos deja; D. Emilio, en este caso.
Un sábado 11 de noviembre de 2006, por la mañana, se inauguraba en Nava la calle que lleva su nombre. Y, de la conversación que mantuvimos el día antes, he tomado algún apunte, que expongo a continuación. D. Emilio (Vigo, 1929), que anteriormente ejercía su profesión en Belmonte, me explicaba así su llegada a nuestro municipio.
“En 1975 vengo a parar a Ceceda, siguiendo el consejo de mi amigo, el notario Julio Orón Bonillo, que lo fue también de Nava. Comienzo en Ceceda en 1975, y, dos años más tarde, paso a ejercer en Nava. Como la vida es curiosa, me volví a meter en líos, porque un minero viejo, Benigno Corte, delante del bar de Manolo (el del Puente), me planteó directamente: “Necesitamos alguien que nos dirija”. Me afilio al partido de Tierno Galván y empiezo, como militante de base, a trabajar por los pueblos de noche”.
El largo historial político que entonces comenzaba es de sobra conocido. Pero D. Emilio no abandonó la Medicina. Ya jubilado (1994), recibió el reconocimiento de los vecinos, sobre lo cual se mostraba sorprendido, pues “no entendía tanto homenaje hacia mi persona”. Le comenté entonces que alguna razón debía tener la gente para movilizarse y desear acompañarle, y él, modestamente, me respondió:
“Pienso que mi labor fue fruto de un esfuerzo realizado en equipo. Si creo que tengo algún mérito, es el de haber establecido y puesto a funcionar el engranaje entre el mundo local y el mundo regional, que tanto beneficio ha producido en la comarca”.
Aquella mañana del 11 de noviembre, soleada por cierto, terminé mi alocución con estas palabras:
“Como vecino de este concejo, D. Emilio ha sido mi alcalde. También me atendió cuando era médico.- Desde esta doble faceta, de paciente antes, y de ciudadano, antes y ahora, quiero hacerle constar públicamente mi profundo respeto, afecto y consideración. Salud, D. Emilio, y gracias por todo”.
Hoy lo ratifico. D. Emilio Ramón Ballesteros Castro, amigo estimado, descansa en paz.
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