POR JOSÉ MANUEL TROYANO VIEDMA. CRONISTA OFICIAL DE LAS VILLAS DE BEDMAR Y DE GARCIEZ (JAÉN).
Entre las Historias matritenses de la época nos encontramos con el suceso de un pavoroso incendio del Palacio de Bedmar ocurrido en la noche del 30 de diciembre de 1874, de acuerdo con la noticia que apareció firmada por Nao en el periódico La Ilustración Española Americana.
En esa noticia se decía que “el Palacio del Marqués de Bedmar en Madrid se encontraba situado en la C/. Génova esquina a Calle Zurbano” y que “el incendio, se inició en la planta alta cuando estaba en construcción, y aunque vivía ya la familia del marqués, a pesar de estar de obras, no hubo ningún herido”.
También hemos de señalar que fue, precisamente, en los salones de la segunda residencia madrileña, es decir, en la Quinta de Bedmar, donde se fraguó, en gran medida, la Restauración borbónica en la persona de Alfonso XII, de la que el matrimonio Bedmar era firme partidario, siendo Carolina Juana de Montúfar y García-Infante (San Sebastián, 11/XII/1825-Madrid, 1891), su segunda esposa desde 1861, una de las participantes en la llamada «Rebelión de las Mantillas», junto a su amiga e inspiradora de la misma, Sofía Troubetzkoi, Duquesa de Sesto y Marquesa de Alcañices.
Por tales motivos, tras el regreso a España del Príncipe de Asturias como rey Alfonso XII, Manuel Antonio de Acuña-Dewitte y Cueva-Benavides (Madrid, 1821-1883), obtuvo un completo reconocimiento personal, siendo nombrado Embajador en Rusia, reinstaurada la monarquía en la persona de Alfonso XII, de la mano del General Martínez Campos y del político malagueño, Antonio Cánovas del Castillo.
El Diario La Época, en la página 1 de su edición del día 9 de enero de 1875, nos señalaba la presencia del Marqués de Bedmar en el recibimiento solemne del Rey Alfonso XII, en su calidad de Grande de España.
El 18 de febrero de 1875, La América (Madrid), en su página 5 decía lo que sigue sobre la Exposición de Filadelfia: “el Sr. Castelar fue sustituido en la Presidencia de la Comisión de Filadelfia por el Sr. Marqués de Bedmar, que desempeñó el cargo de Comisario en la Exposición de París y que pronto iba a ser nombrado Embajador en Rusia. Durante su gestión, presidió la Junta de Gobierno en la que se aprobaron los dictámenes de materias minerales y animales, así como una parte principal, de lo referente a la segunda sección, referente a los productos químicos y farmacéuticos, bebidas y aceites”. En efecto así fue y el marqués de Bedmar, Manuel de Acuña y Dewitte, en calidad de Embajador del Reino de España y sus Colonias en Rusia, presentó sus Cartas Credenciales al Zar en el Palacio de Invierno de San Petersburgo el día 16 de abril de 1875 y así lo describía el corresponsal de La Época para su periódico en Madrid: “San Petersburgo de esa fecha.
Recepción realizada en la Corte de los Zares al Embajador de España, el Señor Marqués de Bedmar: El Sr. Marqués de Bedmar ha tenido el más lisonjero recibimiento de parte del Emperador, Alejandro II/1818-1881. Zar de Rusia entre 1855 y 1881,y la Emperatriz, el Príncipe de Gortschakoff y el Cuerpo Diplomático, recibiendo las más expresivas manifestaciones de simpatía hacia su persona, el Gobierno y la Nación Española.
Su primer paso al llegar aquí fue entregar al Gran Canciller, Príncipe de Gortschakoff, el título de Grande de España, con que le ha investido S. M. y la copia de la Carta Credencial que le acredita como Embajador de España en esta Corte; teniendo con este eminente hombre de Estado una conferencia importante para los intereses de España y de nuestra política. A los dos días se celebró la recepción oficial con un lujo y ostentación muy superiores a lo que se acostumbra en esta Corte. A la hora señalada, un soberbio carruaje de la Corte, tirado por seis magníficos caballos, fue a buscar al señor marqués de Bedmar a su palacio, acompañándole el Gran Maestro de ceremonias Conde de Gierbzow; cuatro batidores precedían al coche de su excelencia y dos oficiales iban a las portezuelas. Seguían cuatro coches tirados por cuatro caballos cada uno, ocupados por el primer Secretario Pedro Álvarez de Toledo y por varios Gentiles Hombres y Funcionarios de Palacio.
Delante del Palacio Imperial (Palacio de Invierno de San Petersburgo) a S. E. formados dos batallones que, presentando armas hicieron honores regios a su llegada. El señor Marqués de Bedmar fue luego introducido en el gabinete del Emperador, que vestido de uniforme y luciendo el Toisón de oro, recibió en propia mano la Carta Credencial; y como no es costumbre en esta Corte pronunciar discursos oficiales, el marqués de Bedmar manifestó en conversación particular a S. M. cuanto su elevada misión requería. La conversación duró como media hora, y en ella demostró S. M. I. conocer a fondo todas nuestras cuestiones y personalmente a nuestro Rey y a su augusta hermana la Princesa de Asturias.
La acogida que dispensó el Emperador al Sr. Marqués de Bedmar no pudo ser ni más benévola ni más lisonjera, pues después de las distinciones debidas al Embajador y de las frases más expresivas para nuestro Rey, significó una grande estimación hacia su persona, hablándole de parte de su familia, a la que demostró conocer, de su historia política y de su reconocida consecuencia y lealtad y la dinastía reinante. Si grata y lisonjera ha debido ser para el marqués de Bedmar la acogida que ha encontrado en las regiones oficiales, no lo ha sido menos la que le ha dispensado la alta sociedad y el cuerpo diplomático, bastando decir a Ud. –Director del Periódico- que a los pocos días de su llegada a esta el Príncipe Reuss, Embajador de Alemania, aliado a esta familia Imperial…, dio una gran comida en su obsequio, colocándolo en el primer puesto de su mesa, a la cual asistieron todos los Ministros y Embajadores de las potencias de Europa, brindando por su bienvenida y dándole las mayores pruebas de consideración y simpatía.
El señor Marqués de Bedmar ha tenido el buen acierto de instalarse en uno de los mejores palacios de San Petersburgo, quizás el más espléndido y lujoso, llamado Palacio Lazareff, propio del Príncipe Ouroussoff, y por consiguiente la Embajada Española está hoy representada como corresponde, siguiendo las tradiciones ya establecidas” (“Cartas de Rusia para La ´Época”, en La Época. Madrid, 25/IV/1875. P. 1).
Bajo su embajada se produjo el incidente diplomático que produjo la llegada de D. Carlos, pretendiente carlista y duque de Madrid, quien visitó, tras su salida de España en 1876, San Petersburgo, al parecer con gran éxito.
La presencia de D. Carlos, así como su recibimiento por el Zar y la Alta Sociedad local, provocó la correspondiente queja de la Embajada de España, sita en dicha ciudad, a las más altas instancias del Imperio Ruso, a quien, de forma particular y según las crónicas de la época, parece que la llegada de D. Carlos fue un evento muy importante para la sociedad de San Peterburgo: “El objeto principal de atención y rumores del momento actual es, sin duda, Don Carlos. La impresión causada por el príncipe, sobre todo entre los oficiales de la Guardia, es encantadora. Según la opinión de las damas, en Rusia hubiera podido conseguir mucho más victorias que en España”. La «Gaceta de San Petersburgo” del 3 de febrero dice lo siguiente: “Delante del hotel Demut durante casi todo el día se ve una cola enorme de carruajes. Los representantes de la nobleza de San Petersburgo hacen visitas a D. Carlos, el duque de Madrid.
Entre otros funcionarios, le visitaron el Canciller Gorchakov, estuvo el Ministro de la Corte Adlerberg y otros”. Al día siguiente tuvo lugar una fiesta en el palacio de Invierno a la que asistieron los representantes del cuerpo diplomático, viajeros famosos, jefes de diferentes regimientos de la Guardia, todos los senadores, oficiales de la guardia, ayudantes personales de los generales. “A las 9 de la noche llegaron Sus Altezas y se reunieron en el salón de Malaquita: su Majestad el heredero al trono con sus esposa, los Grandes Duques y el duque de Madrid D. Carlos. A las 0.30 todos se fueron a cenar a la sala de Nicolás. Su Majestad con Sus Altezas con el Duque de Madrid comieron juntos a la misma mesa», contaba al día siguiente el Diario Palaciego.
Según las descripciones de aquella fiesta no solo la nobleza colmo sus atenciones a D. Carlos, sino también el propio Alejandro II, lo que provocaría bastante disgusto en la Embajada de España en San Petersburgo.
En España los periódicos seguían discutiendo sobre el motivo de la llegada de D. Carlos María de Borbón y Austria-Este (Laibach, 1848–Varese,1909), auto-titulado “Duque de Madrid” y “Conde de la Alcarria”, así como pretendiente carlista al trono de España bajo el nombre de Carlos VII entre 1868 y 1909, así como pretendiente legitimista al trono de Francia con el nombre de Carlos XI de Francia y Navarra (1887–1909), a San Petersburgo, donde se le dispenso una acogida tan calurosa.
Los periódicos conservadores negaban cualquier motivo político y decían que había sido recibido con la hospitalidad tradicional rusa, mientras que la prensa liberal estaba a la búsqueda de otros motivos, por ejemplo sospechaba, que el príncipe carlista quería reclutar a los oficiales rusos para su ejército. Es curioso que todos los artículos satíricos contra D. Carlos fueran perseguidos por la censura.
Mientras tanto, la estancia de D. Carlos en San Petersburgo estaba por acabarse pronto y, por ello, aprovechando los medios de comunicación presentes, antes de salir hizo varias declaraciones acerca de su nada probable renuncia a la corona de España, diciendo que “su deber era seguir luchando para su hijo que tendría que ser el rey”. El príncipe D. Carlos se quedó encantado de San Petersburgo y de la acogida que había tenido en el seno de la sociedad aristocrática local. La “Gaceta de San Petersburgo» informaba que D. Carlos tenía programado dedicar una parte de sus memorias de viaje a su estancia en Rusia. El 8 de febrero a las 11 de la mañana tomo el tren en la Estación de Varsovia y partió para Europa. Le acompañó a la estación el Gobernador de la ciudad, el general Trepov y según cuentan las Crónicas, antes de marcharse premio a todas las personas que le habían prestado sus servicios, con 100 rublos y su fotografía al oficial de policía que le había acompañado todo el tiempo que permaneció en San Petersburgo.
En esas fechas, por otro lado, se firmó el Convenio de atribuciones consulares celebrado entre España y Rusia el 27 de febrero de 1876, en San Petersburgo, por el que se fijan los derechos, privilegios e inmunidades recíprocas de los Cónsules generales, Cónsules, Vicecónsules y Agentes consulares, cuyo contenido fue este que sigue: “S. M. el Rey de España y S. M. el Emperador de todas las Rusias, deseando fijar los derechos, privilegios e inmunidades recíprocas de los Cónsules Generales, Cónsules, Vicecónsules y Agentes consulares, así como sus funciones y las obligaciones a las cuales estarán sometidos respectivamente en España y Rusia, han resuelto celebrar un Convenio consular, y han nombrado con este objeto por sus Plenipotenciarios, a saber: S. M. el Rey de España, a D. Manuel de Acuña y Dewitte, Marqués de Bedmar y de Escalona, Grande de España, su Gentilhombre de Cámara, Embajador Extraordinario y Plenipotenciario cerca de S. M. el Emperador de todas las Rusias, Gran Cruz de la Real y distinguida Orden de Carlos III, Gran Oficial de la Legión de Honor de Francia, Comendador de la Orden de Malta. Y S. M. el Emperador de todas las Rusias, al Príncipe Alejandro Gortschacoff, su Canciller del Imperio, Grande de España, condecorado con el retrato de S. M. el Emperador, adornado con diamantes; Caballero de las Órdenes rusas de San Andrés en diamantes, de San Vladimiro de primera clase, de las Órdenes extranjeras del Toisón de Oro de España, Gran Cruz de la Legión de Honor de Francia, de la Anunciata de Italia, de San Esteban de Austria, del Águila Negra de Prusia, en diamantes, etc. Los cuales, después de haberse comunicado sus plenos poderes respectivos, y habiéndolos hallado en buena y debida forma, han convenido en los artículos siguientes: (Siguen 17 artículos). En fe de lo cual los Plenipotenciarios respectivos lo han firmado y sellado con el de sus armas. Hecho en San Petersburgo el 27 de Febrero del año de gracia de 1876. (L.S.). – Firmado. – Bedmar”.
Ya de regreso en España, la Correspondencia de España, en su edición madrileña del día 9 de enero de 1877, daba la noticia de la visita que el Marqués de Bedmar había realizado a D. Antonio Cánovas del Castillo –[Hubo una estrecha relación entre Cánovas del Castillo y la Casa de Bedmar, como lo prueban estas cartas sin fecha: Carta del Marqués de Bedmar dirigida a D. Antonio Cánovas solicitándole una cita para tratar con él varios asuntos y Carta de la Marquesa de Bedmar dirigida a D. Antonio Cánovas invitándole a comer con motivo de la inauguración del Meredianum Hotel [A.H.N. Sección de Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897).
Correspondencia de Marqués y de la Marquesa de Bedmar a Antonio Cánovas del Castillo. Diversos-Títulos: Familias, 2.542. Números 36 y 37. Sin fecha], Presidente del Consejo de Ministros, desconociéndose el motivo de la reunión. El Imparcial en su edición del 10/I/1877, haciéndose eco de la anterior noticia y relacionándola con la nueva formación de Gobierno decía “que se rumoreaba que uno de los candidatos a la Cartera de Estado, que quedará vacante, podría ser el Marqués de Bedmar”.
Por otro lado, en el diario La Ilustración Española y Americana, en su edición del 15 de marzo de 1877, se podía leer lo que sigue: “Entre otras distinguidas Damas, invitó el Sr. Cánovas a la Marquesa de Bedmar, a su elegante reunión –lindo bouquet-, por ser una de las más espirituales y distinguidas de nuestra Corte, de esas que llevan siempre consigo el triple atractivo de la hermosura, de la elegancia y de la cuna”.
Lo cierto y verdad es que el marqués de Bedmar, tras su regreso de Rusia, se dedicó a la vida política como Senador del Reino, Consejero de Estado y Presidente de Gracia y Justicia, cargo este último en el que se mantuvo hasta su fallecimiento en su palacete madrileño el 16 de mayo de 1883.
FUENTE: el autor y C.O, J.M.T.B