POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Mañana, 23 de abril de 2016, la Literatura Universal conmemora el 400 aniversario del fallecimiento del genial escritor español don Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), autor, entre una amplísima obra, del famosísimo libro «El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha».
Bueno, en realidad no se para qué les cuento esto porque entre televisiones, prensa y «arradios» nos van a «bombardear» de continuo con esta celebracíón.
Pero, había que decirlo como prólogo, prefacio, introducción u obertura… y lo digo.
Como en muchos lugares promocionan una lectura y comentarios continuados, a lo largo de este día, sobre El Quijote, empezaremos por el Capítulo I donde ya se describe la alimentación diaria del protagonista: «Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, LENTEJAS LOS VIERNES, algún palomino de añadidura los domingos, constituían las tres partes de su hacienda…».
Y en estas estamos, con las «lentejas penitenciales de los viernes», que, entonces, por ser día de abstinencia, era obligada la ausencia de carnes y embutidos.
Los guisos de lentejas tienen antigüedad bíblica desde los tiempos de Abraham, Isaac y los hijos de éste Esaú y Jacob.
Otra cosa es que, dada su continua repetición en las cocinas y mesas campesinas, las gentes estuvieran «hasta las narices» de tan monótono plato y así lo «acusara el refranero»:
– Tienen de bueno las lentejas que si quieres las tomas y si no las dejas
-Lentejas, para las viejas.
– Quien come lentejas no las masca todas
– Si tienes lentejas, ¿por qué te quejas?
– No te fíes de quien tropieza en lentejas.
– Con quien tropieza en lentejas no tengas ni cuentas.
Pues nada, luego les daré mi receta de lentejas estofadas, que va a ser más apetitosa que las del Hidalgo.
Ahora quiero volver con Cervantes. Y no voy a escribir comentario personal alguno respecto a la cita que les transcribo. Saquen ustedes -asturianos de alma- las conclusiones oportunas.
En el Capítulo XVI se cuenta que llega Don Quijote, malherido, a una venta y en ella prestaba servicio una moza «medio doncella y liviana» (aclaro: putilla), ASTURIANA, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, de un ojo tuerta y del otro no muy sana. Verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que aún tanto la cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera».
Yo, «in corde meo et in labiis meis», declaro a don Miguel, grandísimo escritor y «persona non grata» en Asturias.
¿Cómo estofar las lentejas?
En primer lugar les confieso que únicamente utilizo la variedad «pardina», de color pardo-marrón a rojizo y de paladar muy suave.
En una cacerola con aceite de oliva pongo las lentejas (lavadas al agua fría previamente), cebolla picada en fino, un trozo mediano de pimiento (verde o rojo, al gusto), una zanahoria y pimentón de La Vera dulce).
Se rehoga todo y se añaden uno o dos chorizos, unos trozos de jamón o de panceta y agua hasta cubrir.
Hierve todo mansamente, con cuidado de incorporar más agua a medida que se consuma.
Ya en su punto, reposa el guiso -una vez rectificado de sal – durante un buen rato.
NOTA
Hay quienes gustan aromatizar con una hojita de laurel. Evidentemente, cada cual puede hacer lo que desee.- Otros, suman unas patatas, cortadas en pequeño, al guiso.