POR JOSE ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO (CÁCERES)
Este año que se cumple el XXV Aniversario de la creación de la Cooperativa del Colegio María de la Paz Orellana, y es una buena ocasión para resaltar la ingente obra realizada en el edificio de dicho colegio por la bienhechora de Trujillo, doña Margarita de Iturralde en los años 20 del siglo XX.
Doña Margarita de Iturralde nació en un pequeño lugar de la provincia de Santander, llamado Gijaba, pero su afincamiento en nuestra Ciudad hizo de ella una trujillana de pro y a Trujillo entregó parte de su vida y de sus posibilidades económicas.
Tan numerosas son sus obras que sería prolijo enumerarlas, pero no podemos por menos de señalar algunas de las más significativas en los diferentes planos que la vida ciudadana de aquellos tiempos llegaron a preocuparla: Previsión, asistencia, educación, fueron los hitos que marcaron el fin de cada obra que realizó. Escuelas, Comedores, Viviendas, asistencia a enfermos y otras que siquiera de pasada iremos viendo.
Aceleró la construcción del ya iniciado Asilo de Ancianos en las Alberguerías y llegó a conocer su inauguración en 1924, destinándole un capital de 46.900 ptas. para dotar una Escuela que funcionara dentro del Asilo, encargando de su dirección a una de las Religiosas que regían la Fundación.
A esta Escuela acudían diariamente los niños de la finca Las Alberguerías y otras próximas llegando a contar con hasta 35 alumnos a los que además de la adecuada enseñanza, proporcionaba material y preparación religiosa hasta su Primera Comunión. Esta Escuela estuvo funcionando hasta principios de 1975, en la que la vida de los campos se transformó y empezaron a funcionar los transportes escolares.
También esta señora dotó el capital suficiente para reservar dos plazas en el sanatorio antitubérculos de Valdelatas, cerca de Madrid, la tuberculosis era por aquel entonces enfermedad difícilmente combatida y verdadero azote para enfermos y familiares.
En Trujillo fue la benefactora de la barriada de casas, que a sus expensas se construyeron en la carretera de Plasencia, a la salida de la población. Cada una de estas viviendas costaron 5000 ptas., siendo entregadas el 19 de marzo de 1929 en un acto protocolario a la Sociedad de Socorros Mutuos de Trujillo, para que esta la distribuyera entre sus asociados.
Ahora que se ha puesto de moda la vivienda en la que durante tantos años residiera don Ramón Núñez, la casa parroquial de San Martín, doña Margarita también la restauró y acondicionó para vivienda del Párroco, me refiero a la antigua iglesia de La Sangre, cerca de la Plaza Mayor, las obras ascendieron a 25.000 ptas.
La obra “magna” de esta bienhechora de Trujillo, no se puede dudar que fue el Colegio Santiago y Santa Margarita en el edificio de la Encarnación, el que construyeron los dominicos en los años finales del siglo XV.
Doña Margarita lo destinó para la educación de niños de Trujillo y su comarca. Esta iglesia que compró aparte del resto de terrenos y edificios costó 30.500 ptas. En 20 de septiembre de 1920 se legaliza la escritura de fundación y reglamento para su funcionamiento, encargando la dirección a los padres Agustinos de El Escorial. El capital fundacional fue de 1.061.300 pesetas nominales en Deuda Perpetua Exterior al 4%.
El 4 de febrero de 1930 quiso aumentar este capital en 125.000 pesetas. Deseó que este colegio se denominase de Santiago y Santa Margarita, dotándoles además del capital fundacional, que en aquellos tiempos era de alguna importancia, con los edificios, iglesias y mobiliario, que tanto en el colegio como en la iglesia era valioso y de gran calidad.
Las clases en el colegio comenzaron en el año 1920, pero hasta el 20 de mayo de 1923 no fue solemnemente inaugurada y bendecida la iglesia y edificios, efeméride recogida por el desaparecido -y ahora felizmente recuperado- Semanario trujillano «La Opinión».
Fallecida doña margarita de Iturralde y Arteaga en Trujillo, el día 5 de marzo de 1933, sus restos fueron inhumados en el panteón familiar de las alberguerías, hasta el día 26 de septiembre de 1982 en que a iniciativa del fallecido Arcipreste don Florián Rodríguez Pizarro, la Cooperativa de padres y la Dirección del Colegio, se trasladaron sus restos al mausoleo que ella misma mandó construir en la iglesia del Colegio, donde aún reposan.