POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
La ‘casa de los portales’ fue el nombre que se le dio a la vivienda que ocupaba el hoy parque de ‘Doña Sinforosa’. Aquella casa fue construida, a principios del siglo XX, por la familia Ayuso, con una especie de grada con siete portales que se adentraban en la playa del Acequión. A finales de la década de los veinte, fue vendida a Antonio Gómez, exportador de frutas de Abarán, que, junto su esposa doña Sinforosa Moreno Covos, natural de Madrid, ampliaron la edificación con unos pabellones de una planta baja, en la que, pasado el recibidor, destacaba el llamado ‘Salón Sevilla’, luminoso y siempre lleno de invitados, junto a la cocina, que siempre estaba siempre llena de trajín y de criadas con cofias y delantales blancos.
Hacía el año 1935, aproximadamente, estando haciendo un pozo para la obtención de agua, brotó petróleo del subsuelo, sin que llegar a ser productivo. Durante la Guerra Civil, la finca fue convertida en Hospital de Sangre del Socorro Rojo Internacional, regido por los médicos Manuel García Ramos y Juan Pacheco Fuentes; estuvo dotado con doscientas camas y destinado a recoger heridos de los frentes que previamente habían sido tratados en hospitales de campaña, pasando en el chalet el periodo de convalecencia y recuperación.
El bombardeo acaecido en la noche del 5 al 6 de marzo de 1939 afectó ligeramente a uno de los pabellones de la vivienda. Al término de la Guerra Civil, el maestro albañil Antonio Castejón, (a) el Rata, levantó una planta superior. Siguió conservando los portales originales que daban acceso a la playa -conocido por ‘los portalicos’-, disponiendo de casetas de madera para cambiarse al salir del baño. La idea de la grandeza del lugar nos la daba un jardín con exuberantes pinos y eucaliptos y en donde había una gran pajarera repleta de aves exóticas. Una tercera construcción contigua a la carretera de Cartagena –hoy avenida de Gregorio Marañón- fue utilizada de garaje, almacenes y habitaciones para el servicio. Allí se guardaba el coche que era conducido por un chófer. Fueron caseros de la finca la familia Tur, de Torrevieja.
En la parte trasera, en otro edificio se levantaron viviendas, en donde hasta no hace muchos años estuvo el restaurante “El Pescador”, alojándose en verano tres familias: los sobrinos murcianos Oñate-Gómez, Villar Gómez, y Martínez-Torregrosa. En total unos quince niños, más los padres pasaban el verano allí con acogedora, familiar y magnífica anfitriona doña Sinforosa, persona amable y desprendida que, aunque el matrimonio no tenía hijos, siempre solía tener a numerosos invitados y familiares, convocándolos a su mesa, en la hora de comer, por medio de los toques de campana que hacía sonar una de sus criadas. Doña Sinforosa permitía a la chiquillería de la población ir a pasar la tarde en sus jardines, convirtiéndose el lugar donde comer la mona los jueves de Carnaval y los días de Pascua bajo la sombra de los grandes árboles, eucaliptos y pinos, que aún hoy permanecen en el parque. Al chalet le pusieron de nombre ‘Villa Gómez’, pero los habitantes de Torrevieja la rebautizaron con el nombre de su dueña ‘Doña Sinforosa’.
En la mañana del domingo, 19 de noviembre de 1950, procedente de Madrid, llegó a Murcia el ilustre doctor Gregorio Marañón, salió para Torrevieja, acompañado por el doctor Gallego, almorzó en el chalet de Antonio Gómez Gómez, realizando visita médica a doña Sinforosa, que se encontraba en delicado estado de salud. Por la tarde, tras reconfortarla, el ilustre médico visitó las salinas, y regresó a Murcia, desde donde emprendió el regreso a Madrid.
Víctima una larga y dolorosa enfermedad, el 29 de noviembre de 1950, en la villa de Torrevieja, dejó de existir a los 68 años. Por su trato afable y por la generosidad de su corazón, gozó de generales simpatías y afectos en la ciudad, donde pasaba muchas temporadas. Su muerte produjo un profundo sentimiento de pesar a cuantas personas habían tenido la suerte de gozar de la amistad y de su trato caritativo. Expresión sincera fue la pena que produjo el acto del entierro, en la tarde del 30 de noviembre, desde la iglesia al cementerio, concurriendo un enorme gentío de Torrevieja, de muchas localidades murcianas, así como representaciones de organismos, entidades, banca y particulares que se unieron al dolor de la familia, descansando sus restos en el panteón familiar del cementerio de nuestra ciudad.
En la mañana del martes, 5 de diciembre, en la iglesia parroquial, se celebró una misa-funeral muy concurrida en sufragio por su eterno descanso. Al día siguiente se celebró otro acto religioso en la parroquia de El Carmen de Murcia, asistiendo numerosísimas amistades de la finada y su familia.
Poco después, Antonio Gómez se arruinó al perder todos los frutales en una helada que afectó a la principal finca de su propiedad denominada ‘Cañada de la Cruz’, en el término municipal Moratalla, lindando con las provincias de Granada y Albacete, al pie de Revolcadores, mirando hacia el campo de Caravaca. Quedó en la más absoluta necesidad, conservando su casa de Torrevieja, en donde murió a la edad de 83 años, el 17 de octubre de 1964.
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 8 de abril de 2017