POR LUIS FERNANDO PALMA ROBLES, CRONISTA OFICIAL DE LUCENA, DE LAS REALES ACADEMIAS SEVILLANA DE BUENAS LETRAS Y DE CÓRDOBA
En más de una ocasión he tratado acerca del establecimiento en los albores del siglo XVIII de los franciscanos descalzos o alcantarinos en la ermita lucentina de Nuestra Señora del Valle1. En enero de 1703 María de las Nieves Téllez-Girón y de Sandoval, consorte del VIII marqués de Comares y IX duque de Medinaceli, escribió al contador mayor en su señorío de Lucena, José Antonio de Carrión y Dávila, quien ostentaba el importante cargo municipal de alférez mayor, para que de su parte y de su cónyuge el marqués-duque don Luis Francisco, entonces virrey de Nápoles, manifestase a la Hermandad de Nuestra Señora del Valle, encargada del cuidado de la ermita homónima, su intención de efectuar una fundación conventual de religiosos descalzos de la provincia de San Diego (Andalucía) y que por esa misiva solicitaban los señores marqueses-duques el correspondiente permiso de la Hermandad, que
esta, naturalmente, se encontraba absolutamente proclive a conceder, habida cuenta de que su hermano mayor era Juan González de Castro, quien desempeñaba otro empleo en la casa de Comares-Medinaceli: el de contador segundo. Se cuenta que por aquel entonces González de Castro se hallaba enfermo de gravedad y aun así convocó a los hermanos para tratar por todos los medios de complacer a sus señores.
El resultado del cabildo fue “la donación perfecta de la hermita y su sitio, con condición de que el nuevo convento se titulase con el mismo nombre que había tenido la hermita por más de dos siglos, y que dicha Hermandad había de permanecer en la misma situación, lugar y grado, sin que la fundación le fuese impedimento para sus fiestas”2.
1 Por ejemplo, Palma Robles, Luisfernando. “ Los franciscanos descalzos del convento lucentino del Valle hasta el siglo XIX”. En Manuel Peláez del Rosal (dir. y ed.). El Franciscanismo en Andalucía. XII Curso de Verano, Priego de Córdoba, 2006. Córdoba: Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos, 2007, pp. 249-262.
2 Ortega, P. Ángel. “La provincia de San Diego en Andalucía y la misión de Marruecos”- En Archivo Ibero-Americano (Madrid) 34-35 (1919), p. 302.
En más de una ocasión he tratado acerca del establecimiento en los albores del siglo XVIII de los franciscanos descalzos o alcantarinos en la ermita lucentina de Nuestra Señora del Valle1. En enero de 1703 María de las Nieves Téllez-Girón y de Sandoval, consorte del VIII marqués de Comares y IX duque de Medinaceli, escribió al contador mayor en su señorío de Lucena, José Antonio de Carrión y Dávila, quien ostentaba el importante cargo municipal de alférez mayor, para que de su parte y de su cónyuge el marqués-duque don Luis Francisco, entonces virrey de Nápoles, manifestase a la Hermandad de Nuestra Señora del Valle,encargada del cuidado de la ermita homónima, su intención de efectuar una fundación conventual de religiosos descalzos de la provincia de San Diego (Andalucía) y que por esa misiva solicitaban los señores marqueses-duques el correspondiente permiso de la Hermandad, que esta, naturalmente, se encontraba absolutamente proclive a conceder, habida cuenta de que su hermano mayor era Juan González de Castro, quien desempeñaba otro empleo en la casa de Comares-Medinaceli: el de contador segundo. Se cuenta que por aquel entonces González de Castro se hallaba enfermo de gravedad y aun así convocó a los hermanos para tratar por todos los medios de complacer a sus señores.
El resultado del cabildo fue “la donación perfecta de la hermita y su sitio, con condición de que el nuevo convento se titulase con el mismo nombre que había tenido la hermita por más de dos siglos, y que dicha Hermandad había de permanecer en la misma situación, lugar y grado, sin que la fundación le fuese impedimento para sus fiestas”2.
1 Por ejemplo, Palma Robles, Luisfernando. “ Los franciscanos descalzos del convento lucentino del Valle hasta el siglo XIX”. En Manuel Peláez del Rosal (dir. y ed.). El Franciscanismo en Andalucía. XII Curso de Verano, Priego de Córdoba, 2006. Córdoba: AsociaciónHispánica de Estudios Franciscanos, 2007, pp. 249-262.
2 Ortega, P. Ángel. “La provincia de San Diego en Andalucía y la misión de Marruecos”- En Archivo Ibero-Americano (Madrid) 34-35 (1919), p. 302.
En más de una ocasión he tratado acerca del establecimiento en los albores del siglo XVIII de los franciscanos descalzos o alcantarinos en la ermita lucentina de Nuestra Señora del Valle1. En enero de 1703 María de las Nieves Téllez-Girón y de Sandoval, consorte del VIII marqués de Comares y IX duque de Medinaceli, escribió al contador mayor en su señorío de Lucena, José Antonio de Carrión y Dávila, quien ostentaba el importante cargo municipal de alférez mayor, para que de su parte y de su cónyuge el marqués-duque don Luis Francisco, entonces virrey de Nápoles, manifestase a la Hermandad de Nuestra Señora del Valle, encargada del cuidado de la ermita homónima, su intención de efectuar una fundación conventual de religiosos descalzos de la provincia de San Diego (Andalucía) y que por esa misiva solicitaban los señores marqueses-duques el correspondiente permiso de la Hermandad, que esta, naturalmente, se encontraba absolutamente proclive a conceder, habida cuenta de que su hermano mayor era Juan González de Castro, quien desempeñaba otro empleo en la casa de Comares-Medinaceli:
el de contador segundo. Se cuenta que por aquel entonces González de Castro se hallaba enfermo de gravedad y aun así convocó a los hermanos para tratar por todos los medios de complacer a sus señores.
El resultado del cabildo fue “la donación perfecta de la hermita y su sitio, con condición de que el nuevo convento se titulase con el mismo nombre que había tenido la hermita por más de dos siglos, y que dicha Hermandad había de permanecer en la misma situación, lugar y grado, sin que la fundación le fuese impedimento para sus fiestas”2.
1 Por ejemplo, Palma Robles, Luisfernando. “ Los franciscanos descalzos del convento lucentino del Valle hasta el siglo XIX”. En Manuel Peláez del Rosal (dir. y ed.). El Franciscanismo en Andalucía. XII Curso de Verano, Priego de Córdoba, 2006. Córdoba: Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos, 2007, pp. 249-262.
2 Ortega, P. Ángel. “La provincia de San Diego en Andalucía y la misión de Marruecos”- En Archivo Ibero-Americano (Madrid) 34-35 (1919), p. 302.
Llama la atención que fuese la marquesa-duquesa quien se diri giese al Cabildo lucentino. Pudieran establecerse varias hipótesis al respecto. Al parecer los padres de María de las Nieves habían efectuado promesa de la creación de este cenobio “por causa de la caída de un primo suyo desde la ventana a la calle”3. Tam bién algunos dan razón de ser al protagonismo de la marquesa duquesa en el asunto por cuestiones meramente políticas, ya que por entonces Luis Francisco no gozaba de la simpatía de Felipe V por ser aquel opuesto a la influencia francesa en el Gobierno de España. Hay otra razón esgrimible en este particular. Se trata de su relación nada edificante desde el punto de vista moral con la cantante Angela Giorgi, conocida por La Georgina.
En cuanto al asunto principal de estas líneas he de subrayar pri meramente que los dos franciscanos descalzos qua aparecen en el título de este artículo han sido figuras muy destacadas no so lamente en su Orden, sino también en la historia de la Iglesia española.
3 Manuscrito que perteneció al convento de Carmelitas de Lucena (leg. 36, pliego 6º). Apud Zamora Jambrina, Hermenegildo. “Turbulentos inicios de la fundación del hospicio de Nuestra Señora del Valle en Lucena, según documentos del Archivo de la Provincia Bética”. En Manuel Peláez del Rosal (dir.). El Franciscanismo en Andalucía. IX Curso de Verano, Priego de Córdoba, 2003. Córdoba: Obra Social y Cultural de CajaSur, 2004, p. 326.
El 30 de octubre de 1611 -faltaba casi un siglo para que los alcanta rinos se estableciesen en la ermita lucentina del Valle- fue bautizado en San Mateo de Lucena por Juan Ruiz de Zamora, cura que poco después accedería al vicariato local, un hijo de Cristóbal Rico y de Catalina Jiménez, a quien se le impuso el nombre de Francisco. El padrino fue el afamado cura beneficiado de la parroquial lucentina el licenciado Alonso Lasso4, fundador de una de las capellanías más importantes del templo de la Plaza Nueva y que se correspondía con la capilla ya desaparecida, y reducida hoy a su verja y pequeño nicho, que se encontraba junto al altar de san José en la nave de la epístola de la iglesia mayor de Lucena.
El bautizado pertenecía a la conocida familia de los Rico, muy rela cionada con las armas, tanto es así que en su biografía se lee que “con la inclinación a la Guerra criose don Francisco en su Patria, con la esperanza de coger a su satisfacción la fortuna, así por los airosos alientos conque para la Milicia todos lo miraban”5. El nombre de un militar de esta familia, Juan Rico, está presente en el callejero de Lucena, concretamente en el barrio judeoconverso.
Francisco Rico participó activamente en la guerra contra Portugal iniciada en 1640 y cuyo argumento no era otro que el de la indepen dencia del país luso de la dinastía de los Austrias a favor de la casa de Braganza. Este conflicto, llamado también de la Restauración, concluyó tras la muerte en 1665 de Felipe IV tres años más tarde con la firma del tratado de Lisboa, mediante el cual Portugal y casi todos sus territorios ultramarinos se incorporaban a la casa de Bra ganza en la persona del monarca luso Alfonso VI.
4 Archivo Parroquial de San Mateo de Lucena, AA (Bautismos), l. 18, f. 51v.
5 San Juan del Puerto, Francisco de Jesús María de. Primera parte de las Chronicas de la Provincia de San Diego en Andalucía de Religiosos Descalzos de N. P. San Francisco. Sevilla: Convento de San Diego, 1724, p. 750.
HUMILDAD semana santa 2024
Francisco Rico, nuestro personaje, estaba dotado por aquel tiempo de carácter fogoso e intrépido, sirviendo a sus compañeros como guía o avanzadilla en las acciones bélicas. En el Ejército fue subien do peldaños hasta conseguir el empleo militar de capitán de Cora zas, relevante mando de soldados de todas armas. Ejerció también como capitán en el célebre navío Margarita6.
Posteriormente viajó a Madrid en busca de crecer aún más en su carrera militar, habida cuenta de las esperanzas que le habían dado para conseguir tal finalidad. Poco a poco iba desengañándose, al tiempo que su situación social mermaba. Se decía a sí mismo: “Cuantas veces, hombre infeliz, no solo has puesto a riesgo tu vida, sino también tu alma, solo por dar gusto a los hombres; que enton
ces, porque te necesitaban temerario, te aplaudían valeroso, y ahora que tú los buscas te desconocen”7.
Tras la meditación expuesta en el párrafo anterior, permaneció algu nos días más en la capital madrileña, pero ya sin dedicarse a llamar a las puertas de quienes podían satisfacer sus ya idas pretensiones. En tonces se iluminó su mente con el pensamiento puesto en un herma no suyo, llamado Juan Rico, caballero cruzado, que había efectuado labores de asistente con el marqués de Villamanrique de la Condesa, población que había visitado estando allí su hermano en sus viajes guerreros. Pero además de recordar a su hermano, su mente fue más allá y comenzó a reflexionar sobre la vida de los frailes del convento de Santa María de Gracia de aquella localidad sevillana, fundación de los marqueses de Villamanrique de la Condesa de 1608, y en concre to de la esposa del I marqués, la virtuosa Blanca Enríquez.
El desengañado militar se acordó de los frailes descalzos de Villa manrique, de su “desinterés con el que despreciaban las riquezas del Mundo, la profunda humildad con la que pisaban sus vanidades”8. Francisco concluyó entonces que el estilo y modo de vida que ne cesitaba era aquel de los religiosos con objeto de mudar de amargo a dulce su desengaño.
Sin despedirse siquiera de sus padres, que deberían estar en Lucena, marchó desde Madrid a Sevilla, donde, en concreto, se pre sentó ante el padre provincial de los franciscanos descalzos, fray Pedro del Espíritu Sato, a quien Rico manifestó los fracasos de su anterior existencia para terminar pidiéndole ingresar en la Orden al tiempo que prorrumpía en un intenso llanto. Sin dudar, el provincial sin esperar nada ni efectuar ningún otro examen lo recibió como corista, ya que poseía buenos conocimientos de Latinidad.
6 Ramírez de Luque, Fernando. Tardes divertidas y bien empleadas por dos amigos en tratar de la verdadera historia de su patria Lucena. 1794-1808. Edición Luceria, 1956- 1960, p. 298.
7 San Juan del Puerto. Ob. cit., p. 751.
8 Ibid, p. 752.
CONTINUARÁ…
FUENTE: L.F.P.